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THE UNITED STATES OF AMERICA

THE UNITED STATES OF AMERICA

Año de publicación: 1968

Puntuación:

1) The American Metaphysical Circus; 2) Hard Coming Love; 3) Cloud Song;

4) The Garden Of Earthly Delights; 5) I Won't Leave My Wooden Wife For You, Sugar;

6) Where Is Yesterday; 7) Coming Down; 8) Love Song For The Dead Che;

9) Stranded In Time; 10) The American Way Of Love.

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Aunque cualquiera asociaría el nombre de esta efímera banda con una música de raíces norteamericanas, la realidad es que se trataba de todo lo contrario, puesto que la psicodelia y las vanguardias europeas se fusionan en un cóctel explosivo y muy original. Tampoco es que la palabra banda sea la más apropiada para referirnos a ellos, ya que todo giraba en torno a Joseph Byrd, un compositor y musicólogo de Nueva York que decidió hacer un doctorado sobre música en Los Ángeles y acabó formando este grupo de rock tras reclutar a varias personas más, entre ellas su ya conocida Dorothy Moskowitz, la cantante. Uno de los aspectos más significativos de la música de The United States Of America es que no había guitarrista, rasgo compartido con otros grandes nombres de la psicodelia, en este caso británica, como The Crazy World Of Arthur Brown o los Soft Machine. Los sonidos electrónicos son la base principal de la música, pero no estamos ante un mero empleo de la tecnología del momento, sino que viene todo sustentado en estupendas melodías y una energía rockera donde no se echa en falta la ausencia de guitarras.

 

Música circense inicia de manera apropiada el disco en ‘The American Metaphysical Circus’, pero solo por su título, ya que posteriormente se desarrolla como una solemne balada psicodélica y astral que, de alguna manera, sienta las bases para lo que va a ser la experiencia de escuchar el álbum: “And the price is right / The cost of one admission is your mind”. Hay que abrir la mente y dejarse llevar por la catarata sonora continuada que transita por diferentes estados de ánimo. O sea, que es la manera ideal de introducirse en esta música.

 

El trepidante inicio de ‘Hard Coming Love’ deja una sensación como si ya llevaran varios minutos tocando una potente e incisiva jam donde el teclado suena tan distorsionado como una guitarra eléctrica muy aguda. La parte vocal de Moskowitz recuerda inmediatamente a Grace Slick, sobre todo en esa manera de pasar de la agradable voz de las estrofas a un tono más alto y con mayor personalidad femenina conforme se va acercando al estribillo. Bueno, Slick seguro que lo hubiera hecho incluso mejor, porque es la reina en ese tono firme y seguro, como también le vendría ideal cantar ‘The Garden Of Earthly Delights’, cuya pegadiza línea de bajo que marca parte del inicio ya crea una atmósfera de emoción que se ve refrendada por la épica parte vocal. En energía rockera no se queda atrás ‘Coming Down’, de espectacular ritmo y estructura que juega con la tensión musical de manera magistral y que parece un antecedente directo del sonido que comenzará a desarrollar Stereolab en los noventa. Cuando parece que se lo están tomando a la ligera es cuando peor resultado obtienen, ya que ‘I Won't Leave My Wooden Wife For You, Sugar’ suena extremadamente simplona. No es mala la idea de colocar un punto de distensión de aires country entre tanta psicodelia, pero que al menos tuviera algún aliciente especial.

 

La inspiración en los cantos gregorianos ya había sido explorada por los Yardbirds en su ‘Still I'm Sad’, pero aquí estos norteamericanos no se quedan atrás y en ‘Cloud Song’ y, sobre todo, ‘Where Is Yesterday’, consiguen dos notables demostraciones nuevas. En esta última es más evidente por su inicio que podría parecer cantado directamente por monjes, pero lo mejor llega luego con los juegos de voces y memorables armonías, que luego es la catarsis total tras la entrada de la batería. También lenta pero en forma de balada, a ritmo de bolero, encontramos el delicado homenaje al Che Guevara ‘Love Song For The Dead Che’, puesto que su muerte estaba entonces muy reciente, aunque la letra no haga referencia a él. En un país de tan exacerbado anticomunismo (lo cual incluye cualquier cosa incómoda para los poderes político-económicos a la que se le ponga la etiqueta de comunismo de manera oportunista) como Estados Unidos, un título así era motivo más que suficiente para defenestrar este álbum. Quién sabe si en realidad eso tuvo algo que ver para la falta de apoyos que tuvo este grupo.

 

El momento de lucimiento del violinista de la banda llega en la primera parte de ‘Stranded In Time’ (por algo es su coautor), un tema que luego se evade en una sección instrumental festiva al estilo de la central en ‘Spanish Caravan’ de The Doors. Para el final nos dejan una entretenida composición multiparte, ‘The American Way Of Love’, en la cual se resume la esencia musical de este efímero grupo con algunas partes muy inspiradas y momentos de gran fuerza sonora como el fragmento que aparece tras los tres primeros minutos, donde el teclado parece que vaya a cortocircuitarse. Aparte, a lo largo de ella, sobre todo en los minutos finales, pueden escucharse extractos aleatorios del resto de canciones que conforman el álbum. Un collage que sirve de extravagante manera de acabar esta joya perdida del rock psicodélico, todo un descubrimiento para quien no la conozca.

 

Al final, el grupo se disolvió por una amplia gama de motivos, principalmente por el carácter tiránico de Joseph Byrd respecto a sus compañeros y por la falta de apoyo que permitiera continuar con el proyecto. Una verdadera lástima, porque el nivel demostrado es excepcional y seguramente podrían haber progresado. En cuanto al líder, solo por su apellido ya podrían haberlo incorporado The Byrds como miembro fijo, ya que carecían de un teclista. Pero para 1968 estos ya habían decidido que la psicodelia era cosa del pasado y que querían hacer country-rock. Sin contar que Roger McGuinn no habría aceptado la incorporación por temer que Byrd hiciera tambalear su liderazgo, que McGuinn tenía apariencia de campechano pero tenía también un ego bastante inflado. Pero bueno, la historia humana de The Byrds ya tiene suficientes capítulos amargos como para haberlo engrosado más todavía.

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