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THIS MORTAL COIL

2021

IT'LL END IN TEARS

Año de publicación: 1984

Puntuación:

Puntuación:

1) Kangaroo; 2) Song To The Siren; 3) Holocaust; 4) Fyt; 5) Fond Affections;

6) The Last Ray; 7) Another Day; 8) Waves Become Wings; 9) Barramundi;

10) Dreams Made Flesh; 11) Not Me; 12) A Single Wish.

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2021

La casa discográfica 4AD fue fundada en 1980 y tuvo una relevancia artística muy importante al apoyar desde el principio las propuestas más originales surgidas en el Reino Unido y alejadas de la abusiva comercialidad que comenzó a aparecer en la música de esos años. A esta discográfica pertenecieron, entre otros, los Cocteau Twins, Bauhaus o Dead Can Dance. También acabarán incluyendo a grupos estadounidenses de rock artístico-experimental como los Pixies o Throwing Muses, conformando así una idiosincrasia propia como compañía que ofrecía libertad artística a sus fichajes. El fundador de la discográfica fue Ivo Watts-Russell, quien aparte tendrá la excelente idea de crear un proyecto musical paralelo donde tengan cabida todos los músicos pertenecientes a 4AD. Este proyecto llevará el nombre de This Mortal Coil y a él se sumarán una buena cantidad de esos músicos, incluyendo a los ya citados Cocteau Twins y a Dead Can Dance.

 

A priori, este tipo de colaboraciones no crea grandes expectativas porque suelen ser simples divertimentos para los participantes. Sin embargo, la implicación activa de Watts-Russell sirve de catalizador creativo para todos y no se limitan a cumplir el trámite, sino que cada uno de los participantes se toma en serio su cometido y aporta una visión particular cuando se trata de una versión, o detalles interesantes en el caso de las composiciones originales. Podemos imaginar en cualquier tipo de empresa que, cuando un jefe propone un proyecto conjunto de manera voluntaria, los trabajadores que se apuntan lo hacen por un motivo interesado, salvo en los casos excepcionales pero ejemplares en que ese jefe ha conseguido que participen debido a su prestigio profesional y el afecto que sienten hacia él. Y esto último parece que es el caso aquí también.

 

Quien conozca la música realizada por los participantes en sus respectivas carreras, puede hacerse una idea de lo que encontrará en este proyecto musical. La mitad del contenido son versiones, una proporción que bajará en las siguientes entregas pero que presenta en común tres referencias principales para este proyecto: Big Star (primero Alex Chilton y en su último álbum Chris Bell), Colin Newman (Wire) y Tim Buckley. De Big Star encontramos aquí precisamente dos canciones de su último álbum, Third/Sister Lovers, prácticamente una obra ya en solitario de Alex Chilton. Por un lado, ‘Kangaroo’ se transforma en una pieza casi minimalista, menos pop y más apocalíptica que la original, aunque con la entrada de las cuerdas y una juguetona melodía se suaviza todo. Por otro lado, ‘Holocaust’ ya era originalmente una joya de emoción contenida que no llamaba la atención en primer término y podía pasar inadvertida en el disco de Big Star, pero aquí se encargan de enfatizar sus virtudes desde el principio, siendo la peor elección la de la parte vocal, pues la voz de Howard Devoto (fundador y miembro fugaz de los Buzzcocks) no encaja con la expresividad que se requiere.

 

La inmortal ‘Song To The Siren’ de Tim Buckley aparece pasada por el tamiz de los Cocteau Twins, proporcionándole así una perspectiva más etérea si cabe, mientras que del estimado Roy Harper aparece aquí una versión de corte orquestal de la delicada ‘Another Day’, de memorable estribillo que Elizabeth Fraser (la vocalista de Cocteau Twins) se encarga de engrandecer. Precisamente los instrumentales ‘The Last Ray’ y ‘Barramundi’ suenan totalmente a los Cocteau Twins, aunque esto resulta obvio porque ambos temas están compuestos por sus miembros. Tanto por el estilo (siendo más sencilla la segunda) como por contener melodías interesantes, es fácil reconocer su origen. Aparte, este grupo iba a publicar en breve su obra maestra Treasure, es decir, estaban en su mejor momento.

 

En un álbum de carácter general tan relajado, con piezas tan contemplativas como ‘Fond Affections’, destaca sobremanera la estupenda versión que hacen de ‘Not Me’, tema original perteneciente a la carrera en solitario de Colin Newman tras la primera disolución de su banda Wire. Esta canción atrapa desde el inicio con su trepidante ritmo hasta que llega su sencillo pero adictivo estribillo: “You didn't touch me”. Por otra parte, ‘Fyt’ es un instrumental de corte ambiental que bien podría haber servido de inicio para un álbum de The Alan Parsons Project, mientras que el acompañamiento instrumental de ‘Dreams Made Flesh’ le hace parecer una composición de banda sonora de película de terror, a lo que ayuda el canto a veces intimidante de Lisa Gerrard, vocalista de los Dead Can Dance. Ella es la compositora y además por partida doble, pues también encontramos aquí ‘Waves Become Wings’, un ejemplo del canto gregoriano que los Dead Can Dance supieron retomar en los ochenta, despojándolo de toda connotación negativa respecto a su antiquísimo origen.

 

La pieza final, ‘A Single Wish’, parece un instrumental porque la voz no aparece hasta que llevamos más de la mitad, pero su cuidada construcción denota que se han tomado en serio su composición, como ocurre con todo el álbum. Es todo un ejemplo de lo que debería ser una colaboración musical, con la dificultad que supone que tanta gente aporte una alta implicación al mismo nivel. Pero aquí lo consiguieron y tan satisfechos debieron quedar todos que volverían a repetir en dos ocasiones más, siempre con Ivo Watts-Russell como director y catalizador del proyecto, aparte de participante activo en la composición y ejecución.

FILIGREE & SHADOW

Año de publicación: 1986

Puntuación:

1) Velvet Belly; 2) The Jeweller; 3) Ivy And Neet; 4) Meniscus; 5) Tears; 6) Tarantula;

7) My Father; 8) Come Here My Love; 9) At First, And Then; 10) Strength Of Strings;

11) Morning Glory; 12) Inch-Blue; 13) I Want To Live; 14) Mama K (1); 15) Filigree & Shadow; 16) Firebrothers; 17) Thaïs (1); 18) I Must Have Been Blind; 19) A Heart Of Glass; 20) Alone; 21) Mama K (2); 22) The Horizon Bleeds And Sucks Its Thumb; 23) Drugs; 24) Red Rain;

25) Thaïs (2).

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Volvía muy pronto la continuación de este proyecto musical llamado This Mortal Coil, que cuenta de nuevo con la participación de los músicos pertenecientes a la discográfica 4AD, coordinado todo por el director de la empresa, Ivo Watts-Russell. Se puede decir que dobla en duración y en participantes (¿quién podría negarse ante esta muestra de arte musical?) respecto al álbum de debut, un signo de que había sido una experiencia satisfactoria para todos ellos. Nuevamente se dejan llevar por la inspiración y lo mejor vuelven a ser las versiones, pero una vez más nos sorprenden con la elección realizada.

 

El álbum lo abre ‘Velvet Belly’, una breve pieza orquestal que da paso a la primera joya, nunca mejor dicho, de este álbum: ‘The Jeweller’, una versión de un desconocido grupo estadounidense de finales de los sesenta y principios de los setenta. Los delicados arreglos de música de cámara sirven de grácil base para que nos canten/cuenten el oficio de artesano joyero, finiquitado todo en el celestial estribillo: “He knows the use of ashes / He worships God with ashes”. En la segunda aparición del estribillo, cuando juegan con el contrapunto vocal de los coros, es pura gloria musical. Casi los mismos músicos participan también en ‘Tarantula’, cuya reconocible melodía de teclado deja una inmejorable primera impresión, pero el estribillo queda demasiado ostentoso y no acaba de encajar con el carácter más humilde del resto de la canción.

 

Una buena parte del contenido son composiciones instrumentales, donde encontramos de todo un poco, desde el tono apocalíptico de ‘The Horizon Bleeds And Sucks Its Thumb’ hasta el más esperanzador de ‘Red Rain’ (este con algunos coros), interludios orquestales (‘Tears’, ‘Mama K (2)’) o incluso rollos étnicos como ‘At First, And Then’. ‘Ivy And Neet’ es de minimalista piano y arreglos orquestales que crean una atmósfera intimista y envolvente, mientras que en ‘Meniscus’ destaca su etérea guitarra, aunque no está relacionada con los Cocteau Twins. Otras piezas como ‘Mama K (1)’ dan la impresión que podrían haber servido para conseguir algo verdaderamente importante. La solemnidad inicial de ‘Inch-Blue’ se acaba diluyendo con la entrada de la percusión sintetizada, aunque sirve de introducción de la emotiva ‘I Want To Live’, cuyos minimalistas arreglos con grandes toques melódicos parecen ideales para que las expresivas voces femeninas expongan todo su potencial. No falta alguna pequeña broma (si lo es) como el sonido de helicóptero de ‘Thaïs (1)’ o su versión atenuada y extendida, ‘Thaïs (2)’, pero lo que ya resulta difícil de digerir son las cacofonías de ‘Firebrothers’. Como curiosidad, hacia el final de ‘Filigree & Shadow’ podemos acordarnos de ‘Let There Be More Light’ de Pink Floyd.

 

Para las versiones vuelven a dirigirse principalmente a artistas poco conocidos o a canciones poco conocidas de artistas reputados. De Judy Collins encontramos ‘My Father’, en la que se muestran demasiado contemplativos. ‘Come Here My Love’ es de Van Morrison y es la excusa para volver a retomar el canto gregoriano actualizado, aunque acaba resultando demasiado lenta. ‘Alone’ está compuesta por la pareja de compositores de Wire (Newman y Lewis), pero pertenece al debut en solitario del primero de ellos, un disco del que ya encontrábamos otro tema en It'll End In Tears. La voz chillona podría pasar por la de Cyndi Lauper, pero en conjunto esta canción crea una atmósfera opresiva que encaja muy bien con esa voz, llegando luego a un clímax de voces procesadas e instrumentación intimidante. La irreconocible versión de ‘Drugs’ de Talking Heads ahonda todavía más en la excentricidad de la original.

 

El espeluznante entramado instrumental de sintetizadores, coros y guitarra de ‘Strength Of Strings’ es uno de esos momentos de gloria musical. La canción original pertenece a Gene Clark, el fugaz primer gran líder de The Byrds, donde las excelsas melodías vocales denotan su talento innato para la composición. Todo cambia de manera abrupta cuando se enlaza con la paradisíaca delicadeza de ‘Morning Glory’, una inolvidable composición de Tim Buckley junto a su primer colaborador, Larry Beckett. This Mortal Coil parecía el proyecto apropiado para reavivar esta emotiva canción. De Buckley encontramos una segunda canción también introspectiva, ‘I Must Have Been Blind’, que mantiene el mismo tono intimista y que acaba de forma brusca con la marcada percusión de ‘A Heart Of Glass’, otro experimento de Watts-Russell.

 

Se trata, por tanto, de un álbum de marcados contrastes como corresponde a una colaboración entre tantos artistas. Pero los resultados son excepcionales porque todos ellos se toman en serio su cometido, nadie deja la impresión de haber dedicado un poco de su tiempo simplemente para agradar al jefe de la empresa, o por estar un rato entre colegas. No, esto es todo un ejemplo de lo que se puede conseguir en un proyecto colaborativo cuando todos reman en la misma dirección y con la misma convicción. Era difícil que pudiera haber una continuidad de This Mortal Coil y por ello no será hasta 1991 que habrá un canto de cisne para abandonar con dignidad este proyecto.

BLOOD

Año de publicación: 1991

Puntuación:

1) The Lacemaker; 2) Mr Somewhere; 3) Andialu; 4) With Tomorrow; 5) Loose Joints;

6) You And Your Sister; 7) Nature's Way; 8) I Come And Stand At Every Door; 9) Bitter;

10) Baby Ray Baby; 11) Several Times; 12) The Lacemaker II; 13) Late Night;

14) Ruddy And Wretched; 15) Help Me Lift You Up; 16) Carolyn's Song; 17) D.D. And E.;

18) Til I Gain Control Again; 19) Dreams Are Like Water; 20) I Am The Cosmos;

21) (Nothing But) Blood.

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El tercer y último álbum del proyecto llamado This Mortal Coil es paradójicamente (o quizá no lo sea) el que más participantes y composiciones originales contiene, pero el que ofrece un resultado menos notable. Este hecho puede atribuirse a que llegaban nuevos tiempos y el estilo etéreo general del sello discográfico 4AD ya había sido suficientemente desarrollado durante la década anterior, de tal manera que la frescura y espontaneidad de las anteriores entregas ya no podía repetirse por razones obvias. Pero eso no significa que los músicos participantes se tomen de manera relajada este proyecto, sino que la seriedad y determinación con la que siempre se habían acercado a esta colaboración conjunta sí que permanecen inalterables.

 

Así pues, la exquisitez en las melodías y arreglos de ‘The Lacemaker’ nos anuncian desde el principio que este proyecto sigue siendo algo serio y realizado con convicción. Su segunda mitad está al mejor nivel de lo que puede ofrecer un cuarteto de cuerda de música clásica. Esta composición se retoma más adelante con variaciones bajo el título de ‘The Lacemaker II’, comenzando con una brillante guitarra que podría haber firmado un Jeff Beck de los noventa. Con tan bello comienzo resulta complicado no decaer, pero prosiguen a continuación los cuidados arreglos de cuerda en ‘Mr Somewhere’, de delicado canto y un estribillo étnico que parece extraído de alguna tribu india norteamericana. Encontramos así una cierta diversidad en este álbum y por ello se agradece encontrar ritmos sinuosos de bajo y bien marcados como el del instrumental ‘Loose Joints’, que recoge la influencia del entonces incipiente trip-hop que comenzaba a hacerse hueco entre el público potencial.

 

Como siempre, no faltan piezas ambientales, unas en tono tétrico como ‘Andialu’ y otras de minimalismo envolvente, como la que nos acompaña al inicio de ‘Several Times’ y que es una delicia para los oídos. La entrada posterior de la percusión y unos convencionales vientos no era quizá la mejor de las opciones. Pronto percibimos la grandeza de la primera sección de la multiparte ‘Dreams Are Like Water’ gracias a su hipnótico ritmo, las melodías de teclado y otros efectos que se van añadiendo. Pero todo se corta de manera abrupta pasados los dos primeros minutos en un pasaje más convencional, para llegar luego a una tercera y última sección con parte cantada donde aparece una delicada voz acompañada de un serpenteante fondo musical. ‘Bitter’ desconcierta por todas las marcadas transformaciones que va experimentando. Una introducción ambiental de casi dos minutos da paso a la entrada de una percusión marcial y un solo de guitarra eléctrica metalera, para luego dirigirse a un minimalismo completamente opuesto.

 

Las versiones elegidas de otros artistas vuelven a sorprendernos por lo imprevisible. Del pobre de Syd Barrett encontramos una versión minimalista (¡todavía más!) de ‘Late Night’, pero queda claro que la magia de Syd estaba en su manera de canalizar sus emociones y demonios internos a través de imprevisibles y mudables melodías. Aquí echamos en falta esa locura visible. Lo más sencillo es cantar alguna canción con acompañamiento de teclado o guitarra acústica, pero si son del estilo de ‘With Tomorrow’, una composición original de Gene Clark (The Byrds) en solitario, o ‘You And Your Sister’ (donde participa Kim Deal de los Pixies), con tan dulces melodías, bienvenidas sean. Esta última pertenece al álbum en solitario que grabó Chris Bell tras su traumática salida de Big Star y que no saldría publicado hasta muchos años después. De este mismo músico y su único álbum encontramos una segunda canción, ‘I Am The Cosmos’, por cuyo comienzo parece que van a dirigirse al mismo minimalismo de ‘Late Night’, pero afortunadamente todo cambia por completo muy pronto y saben aprovechar el potencial de esta composición.

 

De un disco perdido de Spirit de los ochenta tenemos la discreta aportación de ‘Nature's Way’, mientras que ‘I Come And Stand At Every Door’ era un desgarrador poema del turco Nâzım Hikmet sobre la plegaria de una niña asesinada por la bomba nuclear lanzada en Hiroshima que The Byrds musicalizaron para crear otra joya de su obra maestra (una de ellas) Fifth Dimension. Aquí se toma como partida esa misma adaptación y la transforman en un réquiem cuya solemnidad se ve interrumpida por una subyugante percusión, para luego embellecerlo con la adición de arreglos de cuerda, logrando así una notable versión. No se sabe bien si ‘Baby Ray Baby’ es el homenaje paternal/maternal de alguno de los participantes en ella, pero los balbuceos infantiles se hacen cansinos. Pero es una metedura de pata, a pesar de que el entramado instrumental es interesante y en los últimos segundos parezca que se hayan colado los Can.

 

En realidad hay más momentos que dejan indiferente en este álbum respecto a lo que nos habíamos encontrado con anterioridad. Incluso la tormenta eléctrica instrumental de ‘Ruddy And Wretched’ desgraciadamente no va más allá de su efecto paralizador. ‘Help Me Lift You Up’ es directamente música de relleno y puede resultar algo tediosa por duración y lentitud. Es por ello que ubicar a continuación ‘Carolyn's Song’ no es la mejor opción, pues melódicamente es superior pero mantiene el mismo tempo lento que se arrastra del tema anterior. También encontraremos momentos de relajación sin más pretensiones como ‘Til I Gain Control Again’, mientras que el ritmo vulgar empleado en ‘D.D. And E.’ no es una sabia elección siendo una pieza tan breve.

 

En la final ‘(Nothing But) Blood’ abusan mucho del repetitivo ritmo de la sección central, quizá el mayor pecado en que caerán los Dead Can Dance tras sus primeros años, pero en cualquier caso es un tema tedioso y absolutamente prescindible que, de alguna manera, sirve para finiquitar con un motivo concreto el proyecto de This Mortal Coil. Su aportación a la escena musical ya había quedado establecida y era mejor que se quedara ahí, pues los nuevos tiempos lo hubieran convertido en un proyecto anacrónico o, mucho peor, anticuado. No queda sino deleitarse cada cierto tiempo con la inventiva que una vez demostraron una serie de músicos que coincidieron en un lugar y época concretas, con Ivo Watts-Russell y John Fryer como catalizadores de esta notable y genuina conjunción artística.

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