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KRAFTWERK

2025

KRAFTWERK

Año de publicación: 1970

Puntuación:

1) Ruzkzuck; 2) Stratovarius; 3) Megaherz; 4) Von Himmel Hoch.

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2025

En sus comienzos, los alemanes Kraftwerk eran un dúo formado por dos compañeros de estudios: Ralf Hütter y Florian Schneider. Su interés se centró en explorar la vía de la música electrónica, una música que había suscitado una predilección particular en Alemania y que provenía del campo de la música clásica, con Karlheinz Stockhausen como ídolo de aquellos jóvenes entusiastas. A finales de los sesenta, Alemania era un hervidero en el cual surgirían otros nombres exportables como Neu! o Tangerine Dream, pero quienes mejor sabrán trasladar el nuevo lenguaje musical al gusto popular serán Kraftwerk. Bueno, eso todavía tardará en llegar porque en sus primeros álbumes Ralf y Florian se dedican a experimentar, que es lo suyo. Se agradece que busquen sonar agradables en muchos momentos, pero les puede el afán de epatar y de buscarse un hueco en la emergente escena electrónica alemana. En este debut cuentan con los servicios de otros músicos en la batería y eso permite que el sonido sea más cercano en algunos momentos.

 

Un sonido como de violines descoyuntados abre el álbum para que pronto llegue el pegadizo ritmo que caracteriza ‘Ruzkzuck’ y que, gracias a la flauta, les hace sonar como si fueran unos Jethro Tull futuristas (algo que nunca conseguirá Ian Anderson con su banda). No ha transcurrido un solo minuto y ya comenzamos a escuchar algunos sonidos aleatorios que se van asomando conforme el grupo juega con variaciones o cambios de tempo del ritmo principal. Es una buena sensación inicial que luego se desvanece tan pronto se detiene abruptamente el ritmo y entramos en una segunda mitad caótica, ambiental y sin melodías. Hacia el final retomarán el ritmo inicial a mayor velocidad, pero es demasiado tarde para que se disuelva la sensación de indiferencia que uno se lleva en esa segunda mitad.

 

El título de ‘Stratovarius’ puede hacer pensar en alguna incursión o inspiración tomada de la música clásica, pero nada más lejos de la realidad. El sonido inicial hace pensar en un barco zarpando, pero este barco no se adentra en el mar sino en unas atonalidades indigeribles. Sobre los cinco minutos entra una batería y nos adentramos por fin en un pasaje mínimamente aceptable donde aparecerá un teclado que suena como una guitarra eléctrica frenética, aunque podría tratarse de una guitarra real. Y en su último minuto parecen una versión electrónica de los Grateful Dead ácidos de finales de los sesenta. Mucho peor resulta ‘Megaherz’ y precisamente porque este sí hace honor a su título al presentarnos cacofonías propias de un aparato electrónico, para luego endosarnos un extenso sonido minimalista con propósito ambiental que fácilmente puede inducir al sueño.

 

La que no se redime en ningún momento es la pieza final ‘Von Himmel Hoch’, cuyo título no es el nombre de ningún jerarca nazi aunque la música lo sugiera, puesto que más que música puede definirse como tortura musical. En realidad el título se refiere a un canto religioso escrito por Martín Lutero, pero si se trata de una broma, no se le ve la gracia. Nos queda así un debut que puede ser muy aventajado e incluso original en su aspecto técnico, pero bastante deficiente como música que uno quiera escuchar con agrado. Más indicado para estudiosos de la tecnología musical que para melómanos.

KRAFTWERK 2

Año de publicación: 1972

Puntuación:

1) Klingklang; 2) Atem; 3) Strom; 4) Spule 4; 5) Wellenlänge; 6) Harmonika.

Los amigos Hütter y Schneider deciden aquí que pueden hacerlo todo ellos solos, sin otros músicos de apoyo. Total, tenían libertad para hacer lo que quisieran. Parecía que el álbum de debut era una oportunidad para aprender de errores y seguir mejorando. Pero no. O bueno, otra opción es que les saliera esa rebeldía juvenil que lleva a buscar la provocación hacia la generación anterior. Si no tuvieran inteligencia, esa rebeldía les habría llevado a llevar una imagen de extrema derecha; como sí la tienen, pues se dedican a lo suyo, pero experimentando con sonidos de una manera irritante. Una provocación musical en toda regla.

 

Y todo eso teniendo en cuenta que la primera pieza, de diecisiete minutos de duración, es la única que contiene alguna que otra melodía reconocible, pero diluidas en un conjunto desabrido y en buena parte cargante. Durante sus primeros dos minutos, ‘Klingklang’ hace honor a su título. Luego entra, por fin, un ritmo agradable acompañado de una flauta con propósito melódico, aunque todo acaba divagando sin remisión hasta los once minutos. A continuación llega otro pasaje cuyo comienzo vuelve a ser melódico bajo una percusión continua como si fuera el engranaje de un reloj. Eso nos prepara para una última sección más disonante y estridente, que llega a ser molesta.

 

Y bueno, a partir de aquí todo va a peor. ‘Atem’ son casi tres minutos de un ruido intermitente que simula una respiración profunda. De ahí el título, que en alemán significa “repiración”. Nos dan exactamente lo que nos están vendiendo, pero es precisamente en la música donde uno/a no desea para nada esa cristalinidad en el mensaje. ‘Harmonika’ son tres minutos de un sonido como si estuviéramos escuchando el sonido de un barco zarpando, mientras que en ‘Strom’ parece que estén sintonizando una emisora para luego dar paso a lo que sólo puede denominarse como un ensayo, es decir, como si estuvieran probando los instrumentos. Es la misma impresión que en ‘Wellenlänge’, donde parece que estén practicando con los instrumentos de cuerda, pero como si estuvieran todavía en las primeras lecciones.

 

Nos hemos saltado un engendro como ‘Spule 4’ porque soy incapaz de escribir nada sobre él. Posee diferentes secciones cada cual más insulsa que la anterior y uno ya está mayor para exigirse autoflagelaciones como esta. En cualquier caso, los tres primeros álbumes de Kraftwerk son como una enfermedad que uno debe pasar para poder entender de dónde vienen las obras que les han hecho pasar a la posteridad. O visto de otra manera, son experimentos musicales, sobre todo los dos primeros, que nunca debieron ver la luz como fase de aprendizaje de los amigos Florian y Ralf.

RALF & FLORIAN

Año de publicación: 1973

Puntuación:

1) Elektrisches Roulette; 2) Tongebirge; 3) Kristallo; 4) Heimatklänge; 5) Tanzmusik;

6) Ananas Symphonie.

Tal como nos anuncia el título, Hütter y Schneider siguen haciéndolo todo ellos a solas, aunque aquí, por fin, empiezan a darle importancia a las melodías. Esto último es muy importante porque marca un punto de inflexión en el devenir de la banda. No se sabe si esta decisión fue una decisión tomada por vergüenza propia o por vergüenza ajena de la casa discográfica, pero estaba claro que aquí se puede hablar de una evolución que mira hacia el futuro próximo.

 

De hecho, el comienzo de ‘Elektrisches Roulette’ sirve de hito en la carrera de Kraftwerk, pues por fin consiguen darle sentido a la conjunción de sintetizadores, incluyendo percusión y una melodía épica que se cuela para crearnos unas expectativas que, por desgracia, luego no se cumplirán. No saben desarrollar el resto del tema y se dispersan sin saber hacia dónde tirar, acelerando todo en la recta final como única manera de hacer algo distinto. A continuación, ‘Tongebirge’ también contiene ideas interesantes y podría servir de introducción de una composición más extensa, pero así suelto queda algo deslavazado, pues a continuación llega ‘Kristallo’ con una melodía bien definida que deja más en evidencia el tema anterior. Aparte, ‘Kristallo’ es la pieza más juguetona y entretenida del álbum, aunque no es para escucharla dos veces seguidas. En cambio, ‘Heimatklänge’ podría pasar perfectamente por una composición de música clásica contemporánea, al ser una pieza de piano y flauta y estar ejecutada con gusto.

El título de ‘Tanzmusik’ (Música de baile) es una broma demasiado obvia y el problema es que suena demasiado simplona para que eso también haga gracia. Es interesante cómo emplean voces corales en ella, pero eso no salva la mala impresión que deja. Por el contrario, la pieza más pretenciosa, por duración y por llevar el nombre de sinfonía, es ‘Ananas Symphonie’, aunque es tan imprevisible que no se sabe bien por qué la llamaron así. Lo de piña (Ananas) debe ser porque emplean sonidos que recuerdan la música hawaiana. Su primera mitad es bastante contemplativa y eso hace que divague un poco, pero su segunda mitad es melódica y eso sí se agradece. Hasta ahora no estábamos habituados a que una pieza de Kraftwerk fuera agradable y mucho menos si duraba quince minutos. También cabe señalar el empleo de voces robóticas, toda una novedad en la época.

 

Como vemos, empezaban a surgir ideas útiles en las mentes del dúo. Empezaban a ser conscientes de lo que podían conseguir, de sus posibilidades para progresar a partir de lo realizado hasta este momento. En cualquier caso, los tres primeros álbumes han sido repudiados por los propios fundadores. Por algo será.

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