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GRATEFUL DEAD

THE GRATEFUL DEAD

Año de publicación: 1967

1) The Golden Road (To Unlimited Devotion); 2) Beat It On Down The Line;

3) Good Morning, Little School Girl; 4) Cold Rain And Snow;

5) Sitting On Top Of The World; 6) Cream Puff War; 7) Morning Dew;

8) New, New Minglewood Blues; 9) Viola Lee Blues.

Puntuación:

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El debut de esta célebre banda de San Francisco no puede ser más diferente a cualquier otra cosa que hicieran en su carrera. Solo hay que fijarse en la portada, porque después tampoco volveremos a encontrar a Jerry Garcia sin barba. En sus comienzos ya estaba conformada una formación que duraría muchos años aunque se ampliara: el citado Garcia como guitarrista principal, Bob Weir en la guitarra rítmica, el bajista Phil Lesh, Pigpen en el órgano y Bill Kreutzmann con la batería. Todavía no han establecido su sonido más característico de los sesenta, ni siquiera hay apenas trazas de psicodelia para ser el año 1967, y el sonido que desarrollan los emparenta más con las bandas estadounidenses de garaje que con sus coetáneos de San Francisco. Las canciones firmadas bajo el pseudónimo de Mcganahan Skjellyfetti hacen referencia a la banda al completo, similar a lo que habían hecho en su momento otras bandas.

 

De todo el material que grabaron Grateful Dead en los sesenta, no encontraremos nada más pop que temas como ‘The Golden Road (To Unlimited Devotion)’ o ‘Beat It On Down The Line’, de animados ritmos que incluso, en el caso del segundo, sirven hasta para echarse unos bailoteos. Esto nos lleva a verdaderas explosión de color musical, gracias sobre todo al deslumbrante y jovial órgano de Pigpen (el del bigote en la portada, para más señas), que tanto en ‘Cold Rain And Snow’ como en ‘Cream Puff War’ acompaña frenéticamente para enfatizar unas memorables melodías de las que no salen de la cabeza una vez escuchadas. Incluso una versión de blues como ‘Sitting On Top Of The World’ es aquí acelerada y sorprendentemente transformada en otra pieza de pop. Solo hay que comparar con lo que harían Cream con ella. Por otro lado, ‘New, New Minglewood Blues’ es una composición original de la banda pero más discreta, aunque presenta uno de los mejores solos de Garcia de este álbum, que tampoco es decir mucho porque todavía no demuestra mucha confianza en sus posibilidades, la inseguridad típica de los inicios.

 

Pero en el fondo los Grateful Dead eran una banda de blues, como queda aquí reflejado en la elección de algunas de las diferentes versiones que pueblan el álbum. Las que están dirigidas a ese estilo son ‘Good Morning, Little School Girl’, en un tono lúgubre y amenazante que sigue la dirección marcada por los Rolling Stones, y la extensa ‘Viola Lee Blues’, que es casi el único tema que enlaza con su predilección por los desarrollos instrumentales sin límite de tiempo. La parte cantada no es nada del otro mundo, pero cuando han transcurrido unos minutos y se lanzan a tocar de verdad, acelerando el ritmo, se convierte todo en un vendaval de sonido donde Garcia brilla por fin, demostrando su impecable técnica. Mediante ‘Morning Dew’ ensayan también con gran resultado el formato de balada psicodélica que Jefferson Airplane ya estaba desarrollando y que Grateful Dead también empleará en más ocasiones, si bien aquí se trata de la versión de un poco conocido cantautor folk canadiense.

 

Así pues, estamos ante un verso suelto dentro de la discografía de la banda, una demostración inicial de que sabían lo que era una melodía pegadiza y sabían cómo hacer mover el cuerpo, algo así como su propio From Genesis To Revelation. Aunque pueda parecer una evidencia lo que acabo de escribir, quienes conozcan la carrera de Grateful Dead saben que el siguiente paso será todo lo contrario, como si se hubieran avergonzado de sonar tan comerciales y joviales cuando su idea posterior fue abanderar las largas improvisaciones psicodélicas. Lo que nadie podrá negar es que se trata de un buen disco de debut.

ANTHEM OF THE SUN

Año de publicación: 1968

Puntuación:

1) That's It For The Other One; 2) New Potato Caboose; 3) Born Cross-Eyed;

4) Alligator; 5) Caution (Do Not Stop On Tracks).

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La transformación de la banda respecto a su debut no pudo ser más radical. La psicodelia y los excesos impregnan su nuevo álbum, que además debía ofrecer la experiencia de los Grateful Dead en directo, muy diferente a lo que podían realizar en el estudio, donde los músicos en general suelen mostrarse más comedidos. Así que aquí tenemos una mezcla de ambas cosas, del estudio y del directo, aunque en el libreto no se especifica de dónde es cada tema, puesto que aparte se engarzan fragmentos de conciertos diferentes, una idea que debió gustarle a Frank Zappa porque dedicaría buena parte de su tiempo a ello en las décadas siguientes. Para mejorar y reforzar el sonido, al quinteto original se le sumó la entrada de un batería y un teclista, lo cual abría más el abanico de posibilidades de una banda sin restricciones ni limitación alguna a la hora de explorar su música.

 

El comienzo es una maravilla mediante ‘That's It For The Other One’, ya que mantiene la creatividad melódica que habían enseñado en su debut y da la falsa sensación de que seguían progresando. Está dividida en diferentes secciones pertenecientes a distintas actuaciones en directo, de ahí las diferencias de volumen entre secciones debido a un mix defectuoso. La primera de ellas es la única tranquila y relajada, aunque se irá repitiendo, donde Garcia canta y se acompaña de su guitarra de forma melódica. Pasado el minuto y medio, el panorama cambia por completo de manera gradual, pues comenzamos a escuchar de fondo la entrada de una batería como lejana, que poco a poco irá elevando el volumen junto al resto de instrumentos, hasta que llega la emocionante parte vocal, mostrando a una banda en plena forma con un sonido muy potente. Pero a partir de aquí comienzan los problemas, ya que a continuación llega una sección caótica y mal mezclada que nos debe servir de aviso ante lo que vamos a encontrar en realidad en este álbum de importancia más histórica que cualitativa. El último minuto de este tema es todavía peor al tratarse de sonidos aleatorios que abochornan a las generaciones posteriores, por mucho que entonces pudiera ser lo más guay del momento.

 

Lo peor que un@ pueda pensar sobre cuáles fueron los excesos de la psicodelia los va a encontrar aquí, ya que este disco no fue revolucionario por nada, sino por plasmar en vinilo todas las rayadas que se les podía ocurrir a músicos bajo el efecto de las drogas. Sin ninguna melodía reconocible, ‘New Potato Caboose’ acaba siendo una insulsa jam en la que nada ocurre y solo escuchamos a los instrumentos sonando prácticamente igual, sin apenas nada que lo salve de la monotonía salvo alguna línea de guitarra de Garcia, pero muy poca cosa. Y durante ocho minutos en total, nada menos. Al menos el tema más largo del disco, quince minutos de ‘Alligator’, comienza de manera accesible aunque haya que soportar los irritantes kazoos que tanto emplearán en los próximos años. Luego comienzan a irse por los cerros de Úbeda hasta que llega un pasaje instrumental que da pie a que Garcia brille un poco. Pero en global se vuelve un tanto pesada de escuchar, no es precisamente una de sus mejores interpretaciones aunque representaba lo que hacían en el escenario.

 

La sorprendentemente breve y directa ‘Born Cross-Eyed’ da la impresión de que va a ser un respiro entre tantos cortes largos, pero la acaban rematando en un estribillo tan tonto (“Meet me some mornin' in the sweet by and by, by and by, by and by”) que al final también se agradece que se acabe pronto. Como colofón a esta desagradable experiencia en formato de álbum, nos dejan otro bochornoso caos sonoro: ‘Caution (Do Not Stop On Tracks)’. De nada serviría objetar que toda esta música se debe escuchar bajo los efectos de alguna sustancia alucinógena, porque bajo esos efectos se puede escuchar hasta un disco de Julio Iglesias y convertirlo en una experiencia alucinante. Pero no, no es necesario llegar a esos extremos y mucho menos subvertir artificialmente la percepción objetiva de que estamos ante un álbum anticuado y repleto de excesos inentendibles para el oyente del siglo XXI. En el presente siglo, las drogas están para soportar la música de las discotecas de Ibiza y sus variantes, no para escuchar a Grateful Dead.

1) St. Stephen; 2) Dupree's Diamond Blues; 3) Rosemary; 4) Doin' That Rag;

5) Mountains Of The Moon; 6) China Cat Sunflower;

7) What's Become Of The Baby; 8) Cosmic Charlie.

Puntuación:

Año de publicación: 1969

AOXOMOXOA

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Afianzados ya como uno de los abanderados de la psicodelia de San Francisco y manteniéndose como septeto, los Grateful Dead inciden en la idea de reflejar en el vinilo al máximo posible lo que es la experiencia del directo de la banda, aunque en esta ocasión no se aprecie tal idea. Traducido al lenguaje musical, eso significa que volveremos a asistir a algunos excesos sonoros similares a los ya vistos en Anthem Of The Sun. Todos los temas son composiciones originales de la banda, concretamente la música por parte de Garcia y Lesh, mientras que las letras son obra de Robert Hunter, un poeta amigo de la banda y que seguiría colaborando con ellos en el futuro. Del ininteligible título solo se entiende que quisieran colocar un palíndromo, pero contrasta la portada cadavérica respecto a la foto de la contraportada, que mayor sentimiento de comuna hippie no puede transmitir al aparecer los miembros de la banda acompañados de lo que deben ser sus esposas e hij@s en un paraje natural.

 

Mediante ‘St. Stephen’ y ‘China Cat Sunflower’, dos de las canciones consideradas como clásicos de Grateful Dead, demuestran que saben hacer canciones melódicas sin que estén reñidas con la vertiente psicodélica desarrollada en el álbum anterior, siendo en ambas lo mejor los pasajes instrumentales antes que la parte vocal, en el caso de ‘St. Stephen’ muy devota de la música folk tradicional. Mejor conseguida todavía que las citadas resulta ‘Doin' That Rag’, puesto que engancha nada más comenzar con su pegadiza melodía de guitarra, dejando luego la mejor parte cantada de todo el disco y varios deliciosos cambios de ritmo. Esto sí es lo que esperamos de este grupo, aunque se prodiguen tan poco en lo verdaderamente bueno.

 

Las rayadas mentales que también dejó la psicodelia como efecto colateral no podían faltar en este álbum. Por un lado tenemos una balada acústica destrozada por una voz distorsionada, ‘Rosemary’, una metida de pata bien grande al estilo de lo que hicieron los Hollies en ‘Lullaby To Tim’, solo que los Grateful Dead no saben ni siquiera crear una melodía. Mucho peor todavía, que ya es decir, resulta la infumable ‘What's Become Of The Baby’, otro de esos temas donde hay que ir pasado de rosca de sustancias que afecten al cerebro para poder soportar sus más de ocho minutos de lo que parece un bochornoso intento de canto budista.

 

Para baladas acústicas notables tenemos ‘Mountains Of The Moon’, de sensacionales estrofas principales que acaban rematadas en un estribillo poco inspirado, perjudicando a lo que podía haber sido una pequeña joya dentro de este mediocre álbum. Lo que no se sabe bien es qué han querido hacer en ‘Dupree's Diamond Blues’, si un tema pop extravagante o una tonada infantil, pero en todo caso el resultado es bastante flojo. Para finalizar el disco, ‘Cosmic Charlie’ es un curioso blues psicodélico que llama la atención por la guitarra tan aguda de Garcia, más que por una parte vocal bastante discreta.

 

El fin no justifica los medios, al menos en este caso. Así que, igual que es una puerilidad inventarse una palabra para obtener un palíndromo, no lo es menos grabar cualquier cosa que les venga a la mente y hacerlo pasar por vanguardismo rockero. Lo de romper barreras musicales ya lo habían hecho muchos años antes en la Escuela de Darmstadt y también en el Environment estadounidense, estos chicos lo único que hacían era pretender pasar por experimentales con poco esfuerzo.

LIVE/DEAD

Año de publicación: 1969

Puntuación:

1) Dark Star; 2) Saint Stephen; 3) The Eleven; 4) Turn On Your Lovelight;

5) Death Don't Have No Mercy; 6) Feedback; 7) And We Bid You Goodnight.

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Para quienes estuvieran un poco hartos de escuchar el típico comentario de “queremos que el disco de estudio refleje nuestro sonido en directo” sin que nunca se consiga nada parecido, llegó por fin el primer álbum en directo de los Grateful Dead. Al mismo tiempo se inauguraba lo que sería, en los años venideros, la excesiva y exagerada publicación de todo tipo de conciertos de la banda, para mayor alegría de sus seguidores y mayor azoramiento a l@s oyentes casuales. Lo que dejaba bien claro Live/Dead en ese momento es que en directo eran una verdadera experiencia para los sentidos. Aquí se recoge una selección de tres conciertos diferentes acontecidos entre enero y marzo de 1969, donde se suman a la banda un nuevo percusionista y el organista Constanten. Que Grateful Dead eran muy diferentes en directo queda ya bien clarificado mediante este originalmente doble LP, donde tan solo uno de los temas, ‘Saint Stephen’, pertenecía a alguno de los álbumes publicados hasta la fecha.

 

Durante nada menos que veintitrés minutos (la pieza más extensa del álbum), la ejemplar improvisación de ‘Dark Star’ seduce por la impresionante interpretación de guitarra de Jerry Garcia, bien acompañado por su escudero Weir (con quien consigue crear momentos realmente excepcionales) y una sección rítmica que recrea la ambientación necesaria para que esta música parezca proveniente de otro planeta. Si se hubiera de elegir una improvisación psicodélica como la mejor o la más representativa, ‘Dark Star’ es una seria candidata porque puede disfrutarse al completo y en ningún momento hace decaer el interés. Al pertenecer a la misma actuación de febrero, enlaza directamente con ‘Saint Stephen’, muy similar al equivalente de estudio que encontramos en Aoxomoxoa.

 

Los dos siguientes temas son también de un mismo concierto, pero del mes de enero, y por ello también aparecen enlazados sin descanso. La mayor eclosión de energía de todo el álbum la encontramos en la sensacional ‘The Eleven’, nueve minutos de inventiva que vuelven a demostrar que, cuando estaban inspirados, eran los mejores músicos de San Francisco. Justo a continuación llega la versión de ‘Turn On Your Lovelight’, que parece el tema destinado a que la gente moviera el esqueleto, aunque musicalmente es más discreto y además acaban divagando en su segunda mitad de tal manera que se vuelve bastante aburrido. Otra versión es el antiguo blues ‘Death Don't Have No Mercy’ del viejo bluesman Reverend Gary Davis, quien por entonces era un septuagenario al que le quedaban pocos años de vida. Aquí está interpretada con gusto aunque no suena demasiado vistosa para quienes no sean aficionados al blues.

 

‘Feedback’ no debería tomarse como un título sino como la definición de lo que se puede escuchar en él: casi ocho minutos de atonalidades y sonidos aleatorios que son un verdadero suplicio, donde el feedback de las guitarras ocupa el primer lugar. Por último, ‘And We Bid You Goodnight’ es una simple despedida a cappella, para reflejar fielmente lo que era un concierto real de los Grateful Dead. Si hacemos un balance del contenido, en realidad hay un poco de todo, ya que nos encontramos psicodelia, blues, folk, R&B… Esa variedad es un punto a favor, siendo la mayor objeción el que la larga duración de las piezas nos obliga a tener paciencia frente a los números menos inspirados. Será complicado que alguien desee escuchar repetidamente este álbum, pero un tesoro como ‘Dark Star’ sí lo merece.

1) Uncle John's Band; 2) High Time; 3) Dire Wolf; 4) New Speedway Boogie;

5) Cumberland Blues; 6) Black Peter; 7) Easy Wind; 8) Casey Jones.

Puntuación:

Año de publicación: 1970

WORKINGMAN'S DEAD

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Este álbum marca un antes y un después en la carrera de Grateful Dead. Acorde con los tiempos que corrían, tras la vuelta de Dylan a la música tradicional y la aparición de The Band, muchos grupos y artistas pensaron también que había que recuperar la propia esencia y actualizarla, alejados ya de la psicodelia. El éxito de Crosby, Stills & Nash no haría sino ahondar en la necesidad general de los norteamericanos de revitalizar esas raíces musicales. Grateful Dead no fueron ajenos a ese movimiento y además coincidió que en esa época habían hecho buenas migas con el citado trío, quienes habían publicado su fabuloso debut un año antes.

 

El único y último recuerdo a su primera época llega mediante ‘Easy Wind’, ya que entronca con las improvisaciones que les habían hecho famosos y además es uno de los temas más vistosos por ello, aunque en realidad no presenta detalles que la puedan clasificar como psicodélica. Su efecto como pieza de transición tampoco destaca porque está colocada cerca del final. Muy al contrario, nada más comenzar a escuchar la primera de las canciones, ‘Uncle John's Band’, se marca a la perfección aquello en lo que se ha transformado el grupo y lo que nos encontraremos en este álbum: guitarras acústicas, voces corales y cálidas, tempos suaves y un sabor tradicional norteamericano. Aun siendo una de las canciones más notables de este disco, todavía le falta ese toque y gancho especial que encumbraría American Beauty. Apenas hay atisbos de la energía que cabría esperar de una banda de rock que había abanderado el movimiento psicodélico de San Francisco. Tan solo en ‘New Speedway Boogie’ imprimen algo de fuerza dentro de lo que puede conseguirse en un tema de base acústica, donde lo mejor son los punteos de guitarra eléctrica.

 

Una de las canciones señaladas de este álbum es ‘Casey Jones’, pero tanta repetición del estribillo (“Driving that train high on cocaine” y lo que sigue) es ciertamente un lastre muy pesado. La jovialidad que destila ‘Dire Wolf’ parece un cebo para pillarnos desprevenidos cuando cantan/suplican en el estribillo: “Don't murder me”, pero suena entretenida y eso ya es bastante. Sin embargo, la canción más divertida gracias a su ágil ritmo llevado por un gracioso banjo es ‘Cumberland Blues’. Los tempos  más lentos son ciertamente los más difíciles de digerir, un problema recurrente durante la carrera de Grateful Dead. Si no fuera por algunos punteos de guitarra en ‘Black Peter’ y ‘High Time’ (en esta también cabe destacar la slide), sería un verdadero tedio escucharlas, aunque en la parte vocal se aprecian algunas buenas melodías que acaban quedando demasiado dispersas.

 

Una vez se ha escuchado por completo, parece una broma que este álbum esté considerado como uno de los mejores de los Grateful Dead e incluso aparezca en listados generales de mejores discos. Tan solo la comparación con el debut de Crosby, Stills & Nash o The Band (por volverlos a citar otra vez), evidencia la falta de melodías originales y de ideas que diferencian notablemente Workingman's Dead de aquellos. Es decir, aquí lo que encontramos es un álbum agradable, perfectamente ejecutado pero al mismo tiempo de escasa vistosidad. Así pues, la verdadera sorpresa llegaría con American Beauty, verdadero progreso aunado con imbatibles melodías, algo a lo que no parecían aspirar estos chicos tras esta primera inmersión en la música de raíces.

AMERICAN BEAUTY

Año de publicación: 1970

Puntuación:

1) Box Of Rain; 2) Friend Of The Devil; 3) Sugar Magnolia; 4) Operator; 5) Candyman;

6) Ripple; 7) Brokedown Palace; 8) Till The Morning Comes; 9) Attics Of My Life; 10) Truckin'.

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Llegamos aquí al mejor álbum de Grateful Dead, cuyo título puede tomarse como un juego de palabras entre la variedad de rosas que lleva ese nombre y la belleza que consiguen a través de la música de raíces. O cuando menos el mejor álbum de los de estudio, ya que el material que han publicado en directo a lo largo de los años es tan vasto que resultaría aventurado aseverar algo así. En principio, resulta sorprendente que pudieran llegar a grabar una obra tan buena, visto el precedente y que a nivel melódico no habían destacado precisamente desde su debut. Todavía más sorprendente si cabe es el hecho de que casi todos los compositores mejoran ostensiblemente, aunque sigue siendo Garcia el principal creador musical. Así pues, si a una instrumentación intachable se le suman unas soberbias melodías, el resultado no puede ser sino excepcional.

 

El comienzo del disco es más que prometedor mediante esa especie de balada country con guitarra de regusto psicodélico que es ‘Box Of Rain’, una de las mejores composiciones que haya salido de la mente de Lesh, con ayuda del letrista Robert Hunter en la letra. En ella encontramos una bellísima parte vocal donde se alternan las voces simples y dobles creando un efecto de placidez y evocación. Es toda una delicia en conjunto, pero también en detalles como ese nuevo impulso melódico que cobra en la parte final, cuando empiezan cantando “And it's just a box of rain / I don't know who put it there”. Nada lejos se quedan las dos siguientes canciones. Poseedora de un ritmo acústico que asombra por lo pegadizo que es, ‘Friend Of The Devil’ es otra de las grandes joyas de este álbum, contando además con un estupendo entramado instrumental. Escrita por Weir (y Hunter), ‘Sugar Magnolia’ prosigue con los ritmos dinámicos y las melodías ultrapegadizas, dejando la impresión como si fuera una combinación lineal de las dos canciones anteriores, pero en realidad cada una de ellas tiene a un compositor diferente. Por ese mismo motivo sorprende luego escuchar ‘Till the Morning Comes’, que parece derivada de ‘Sugar Magnolia’ pero está escrita por Garcia. No puede objetarse nada a la afirmación de que estos músicos y amigos se influenciaban unos a otros. En cualquier caso, ‘Till the Morning Comes’ sigue poseyendo ese gancho musical que denotaba el estado de gracia en que estaba la banda, aunque lo mejor llega curiosamente al final, con esa parte donde repiten “You're my woman now, make yourself easy” con una entonación diferente y a varias voces.

 

‘Ripple’ es otra agradable balada acústica sin pretensiones, mucho más sencilla en comparación con la mayoría de este álbum, que parece enlazada con ‘Brokedown Palace’ como si esta última fuera una coda. ‘Brokedown Palace’ es más convencional, pero suena igualmente agradable. En cuanto a ‘Candyman’, parece que va a ser un rollo macabeo por su lento comienzo, pero sus melodías vocales pronto captan la atención hasta que llega el memorable estribillo, de una complejidad vocal más elevada de lo que aparenta. Sobrepasa los seis minutos de duración pero ni se nota. La que no se salva de esta calificación informal de rollo macabeo es ‘Attics Of My Life’, un verdadero suplicio que ahonda en la llaga mediante excesivos alargamientos silábicos en la parte vocal. Quien sea capaz de aguantar con agrado al menos dos de sus cinco minutos es que se puede definir como fan acérrim@ de los Grateful Dead, sin ninguna duda. En el polo opuesto, los problemas con la operadora telefónica se narran en ‘Operator’ de una manera que se hace bastante entretenida, sobre todo por la guitarra de Garcia en segundo plano, mientras que su ritmo y la sección instrumental donde suena la armónica nos recuerda la música del John Wesley Harding de Bob Dylan.

 

Para finalizar, llegamos a uno de los temas más famosos del disco, ‘Truckin'’, que lo es gracias a otro pegadizo ritmo marcado principalmente por el bajo de Lesh y la excepcional guitarra de Garcia, esta última quizá en segundo plano ante la parte vocal, menos original en realidad pero con grandes momentos como cuando cantan “Sometimes the light's all shinin' on me”. Pero en general, la parte instrumental es impecable, como puede decirse en realidad de todo el álbum, toda una maravilla que asombra a quien conoce poco de esta banda o a quien conoce demasiado pero nunca había llegado a descubrir este disco, verdadero compendio de melodías en una cantidad inigualable para ellos mismos. Estamos ciertamente ante un álbum de los que engrandecen la música de raíces norteamericanas.

2020

GRATEFUL DEAD

Año de publicación: 1971

Puntuación:

1) Bertha; 2) Mama Tried; 3) Big Railroad Blues; 4) Playing In The Band; 5) The Other One; 6) Me & My Uncle; 7) Big Boss Man; 8) Me & Bobby McGee; 9) Johnny B. Goode;

10) Wharf Rat; 11) Not Fade Away/Goin' Down The Road Feeling Bad.

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2020

Reforzando la idea de que eran una banda para disfrutar en conciertos, se volvió a publicar un doble álbum en directo a partir de una selección de varios conciertos que recogiera la nueva vertiente adoptada en los últimos tiempos. Lo que no se entiende es que lo titularan con el nombre del grupo cuando el disco de debut se había bautizado igual, salvo que entonces eran The Grateful Dead; es por ello que entre los fans se lo conoce como Skull And Roses. En cualquier caso, lo más sorprendente es que en el repertorio no se incluye absolutamente nada de los dos álbumes previos, los cuales habían marcado la nueva dirección de la banda, pero podía tomarse como una buena noticia si proseguía la inspiración a la hora de componer. Solo encontraremos un tema que hubiera aparecido previamente en alguno de sus álbumes: ‘The Other One’, cuyo título original era ‘That's It For The Other One’. El resto es una extraña mezcla de versiones y nuevas composiciones que no se restringen a la música de raíces, puesto que tampoco habían cerrado la puerta a su primera etapa.

 

Entre las composiciones originales nuevas encontramos una cierta variedad para tratarse de tres. En primer lugar, manteniendo las buenas vibraciones de American Beauty, aquí nos ofrecen una pieza al estilo de ‘Sugar Magnolia’ titulada ‘Bertha’. Aparte del buen juego de guitarras, es bastante pegadizo su elaborado estribillo (“I had to move / Really had to move”) y, al estar ubicada como primera canción del disco, crea falsas esperanzas de encontrar algo tan emocionante como el álbum previo. Weir aporta una mezcla entre psicodelia y tradición con ‘Playing In The Band’, donde en las estrofas canta de una extraña manera, casi como si fuera Javier Krahe. Lo mejor que tiene son sus intermedios instrumentales. En cuanto a ‘Wharf Rat’, podría haber encajado bien en Aoxomoxoa como balada psicodélica al estilo de ‘Mountains Of The Moon’. El único problema que presenta es que, pasados los tres minutos, se ralentiza tanto que se vuelve aburridísima. La entrada después de la batería arregla un poco la impresión que proporciona, pero ciertamente podría haberse recortado bastante su duración felliniana de ocho minutos y medio, elaborando más las mejores partes y obteniendo así un tema potencialmente exitoso, ya que aquí acaba sonando todo demasiado amateur.

 

Como ya se ha dicho, tan solo encontraremos un tema conocido pero sin escatimar en tiempo, una extensa interpretación de ‘The Other One’ de casi veinte minutos. Por desgracia, comienza de la peor manera posible, esto es, con un solo de batería muy monótono (Kreutzmann no es precisamente un virtuoso) que nos aburre de forma sublime hasta pasados los cinco minutos. Luego entra por fin la fenomenal guitarra de Garcia para guiarnos a través de otro extenso solo también de cinco minutos, interaccionando con la guitarra de Weir, pero esta vez para deleitarnos de verdad. A partir de ahí entra la épica parte cantada, aunque con menor emoción que la versión equivalente de Anthem Of The Sun, para dedicar los últimos minutos en buena parte a una improvisación disonante que vale la pena obviar, si bien en los últimos 2-3 minutos volvemos a encontrar otro inspirado solo de Garcia antes de retomar la parte vocal.

 

Nos queda hablar de las versiones, que son hasta siete de las canciones y hay que tomarlas con mucha precaución. ‘Me & Bobby McGee’, de Kris Kristofferson, ya había sido llevada a las cotas más altas por Janis Joplin un año antes (aunque no vería la luz hasta este mismo año de 1971), por lo que aquí suena totalmente superflua en comparación. Lo mínimo que podría exigirse es que suenen entretenidas, como el country ‘Mama Tried’, puesto que en otras como ‘Big Railroad Blues’ no parece que estemos ante unos profesionales con experiencia como los Grateful Dead, sino ante unos debutantes inseguros. Más flagrante resulta la ridícula interpretación ‘Big Boss Man’, puesto que un blues de este tipo debe ser potente e incluso amenazante, mientras que aquí suena sin garbo ni gracia, como si estuvieran tocando en el salón de su casa sin muchas ganas. Y de ‘Johnny B. Goode’ de Chuck Berry, mejor ni hablar. La mejor versión con diferencia, y también lo mejor de este álbum, es la de ‘Me & My Uncle’, escrita por un miembro de The Mamas And The Papas, cuyas pegadizas melodías vocales y ligeros cambios de ritmo son tremendamente adictivos, a lo que cabe añadir el inspirado solo de guitarra de Garcia.

 

Para el final nos dejan un medley entre ‘Not Fade Away’ y una canción tradicional. La primera es el éxito de Buddy Holly, interpretada al estilo de este en vez de como lo hicieran los Rolling Stones en su debut, mucho más emocionante. El solo de guitarra de Garcia vuelve a ser lo único destacable. La canción tradicional suena a eso mismo, a tradicional, y por ello es una manera muy discreta de finalizar un disco, aunque nos deja otro apreciable solo de guitarra. En cualquier caso, si evaluamos en global todo el álbum, de sus setenta minutos quizá no puedan disfrutarse ni veinte, y como mucho tolerarse otros veinte, lo cual lo convierte más bien en una pérdida de tiempo. En directo eran capaces de conseguir mejores resultados y aquí dejan mucho que desear.

EUROPE '72

Año de publicación: 1972

Puntuación:

CD I: 1) Cumberland Blues; 2) He's Gone; 3) One More Saturday Night; 4) Jack Straw;

5) You Win Again; 6) China Cat Sunflower; 7) I Know You Rider; 8) Brown-Eyed Woman;

9) Hurts Me Too; 10) Ramble On Rose; 11) Sugar Magnolia; 12) Mr. Charlie;

13) Tennessee Jed; 14) The Stranger (Two Souls in Communion).

​

CD II: 1) Truckin'; 2) Epilogue; 3) Prelude; 4) Morning Dew; 5) Looks Like Rain;

6) Good Lovin'; 7) Caution (Do Not Stop On Tracks); 8) Who Do You Love?;

9) Caution (Do Not Stop On Tracks); 10) Good Lovin'; 11) The Yellow Dog Story.

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Tras la publicación de lo que había sido originalmente el doble LP en directo Grateful Dead (el Skulls and Roses), no tuvieron mejor idea que publicar a continuación un triple LP en directo también. Al menos tuvieron el detalle de no solapar los contenidos y de seguir añadiendo nuevos temas a su ya amplio repertorio, aunque no los hubieran grabado nunca en el estudio. La justificación para este triple disco fue la gira realizada por Europa, de la cual se hizo una selección, sobre todo de actuaciones en Londres y París. Como cabe esperar de los Grateful Dead, está todo plagado de jams para que los músicos alarguen las interpretaciones a su antojo, aunque predomina claramente el enfoque tradicionalista de la música que habían iniciado en Workingman's Dead. Como dato relevante, aquí aparecen por primera vez el matrimonio Godchaux como componentes de la banda: Keith con el piano y Donna en los coros, quienes se mantendrán durante toda la década de los setenta.

 

En los temas ya conocidos no encontraremos demasiadas sorpresas, pero sí algunas interpretaciones soberbias como la de ‘China Cat Sunflower’, donde las guitarras fluyen con una seductora naturalidad, destacando por supuesto los impresionantes solos de Garcia; o una interpretación más animada y ágil de ‘Cumberland Blues’. Pero lo que llama poderosamente la atención es la gran cantidad de composiciones originales nuevas, si bien en muchos casos parecen meros rellenos de espacio con poco esfuerzo en el concierto correspondiente. Por ejemplo, en ese estilo tradicional adoptado en los últimos discos, encontramos las olvidables ‘He's Gone’ y ‘Tennessee Jed’. También una cierta variedad en el canónico boogie de ‘One More Saturday Night’ y en los atisbos de funk de ‘Mr. Charlie’, que no pierde por ello su tono de rock'n'roll clásico. Por el contrario, ‘Jack Straw’ es una especie de crescendo camuflado que, por tanto, llega a su apogeo en el último minuto.

 

Lo que no esperábamos para nada es que volvieran a incurrir en el pecado de las atonalidades que lastraron una parte de su producción de los sesenta, aquí representadas en una improvisación titulada ‘Prelude’, que es la interminable introducción para una sensacional interpretación psicodélica de la balada ‘Morning Dew’, donde los solos de guitarra de Garcia llegan al nirvana de la excelencia. Vuelven al pasado inmediato también mediante ‘Epilogue’, que es un interesante instrumental al estilo de ‘Dark Star’ que actúa como coda improvisada de una ya de por sí extensa ‘Truckin'’. Encontramos también una composición propia de Pigpen, la aburridísima balada ‘The Stranger (Two Souls in Communion)’ de la cual solo puede salvarse la guitarra de su compañero Garcia. La final ‘The Yellow Dog Story’ no es más que Weir contando una historia sobre un perro amarillo en tono jocoso y con acompañamiento instrumental, pero ese tipo de cosas ya las sabía hacer, y bien hechas, Frank Zappa. En cuanto a ‘Ramble On Rose’ transcurre de manera un tanto convencional, pero cuando nos familiarizamos con sus estrofas y un estribillo más pegadizo de lo que parece, acaba recabando el interés. Es justo lo contrario de lo que ocurre con ‘Brown-Eyed Woman’, cuya pegadiza guitarra engancha al principio aunque luego el nivel de entusiasmo desciende al moverse por terrenos ya conocidos. Es destacable también cómo demuestran un dominio de los tempos en la balada ‘Looks Like Rain’, de una solemnidad y emoción insólitas en los Grateful Dead.

 

Encontramos varias versiones inéditas hasta la fecha de temas ajenos, algo que les sirve como herramienta de diversidad, pues por ejemplo la tradicional ‘I Know You Rider’ se transforma en una pegadiza pieza casi de baile. No podía faltar algo de blues puro y duro, como la versión de ‘Hurts Me Too’ de Elmore James, que solo podrá agradar a los devotos del género. Del clásico imperecedero del rock ‘Good Lovin'’ se han hecho innumerables versiones porque es una canción que siempre apetece tocar a cualquier músico de rock, pero será difícil encontrar una interpretación tan falta de garra y de entusiasmo como la que encontramos aquí en primer lugar (hay dos), transformada innecesariamente en un batiburrillo de r&b, jazz y quién sabe que más para llegar a casi veinte minutos de suplicio. Mucho mejor y más interesante resulta la segunda versión, reformada como un crescendo y manteniendo el espíritu original en cuanto a que se puede palpar la emoción de los músicos en una canción que debe desprender eso mismo, buen rollo entre los músicos y hacia los espectadores.

 

Tanta música en directo de estos chicos es para acabar con sobredosis, así que es mejor ir tomándola con mesura, más si cabe cuando las grabaciones en directo a partir de ahora comenzarán a multiplicarse con el transcurso de los años. Vale la pena echarle un vistazo a este álbum, pero con tranquilidad y pausadamente, pues contiene buena parte de los motivos que hicieron grande a esta banda, sin contar la fase psicodélica. Los buenos momentos superan a los más desafortunados, así que en conjunto es un recomendable documento de los Grateful Dead en buen estado de forma sobre los escenarios.

HISTORY OF THE GRATEFUL DEAD, VOL. 1 (BEAR'S CHOICE)

Año de publicación: 1973

Puntuación:

1) Katie Mae; 2) Dark Hollow; 3) I've Been All Around This World; 4) Wake Up Little Suzie; 5) Black Peter; 6) Smokestack Lightnin'; 7) Hard To Handle;

[BONUS TRACKS:] 8) Good Lovin'; 9) Big Boss Man; 10) Smokestack Lightnin';

11) Sitting On Top Of The World.

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Parecía una broma que, tras un álbum doble y luego otro triple en directo, se lanzaran con un tercer álbum, aunque esta vez sencillo. Que el repertorio fuera continuamente renovado y con interpretaciones o incluso composiciones inéditas, permite considerarlos casi como obras nuevas, si bien en esta ocasión todo lo interpretado salvo ‘Black Peter’ son versiones. Se ha de señalar también que este disco es en realidad más antiguo que los anteriores, pues recoge una selección de actuaciones de conciertos en el Fillmore East de Nueva York en febrero de 1970. El título parece anunciarnos una serie de compilaciones similares en directo, pero por suerte no fue a más. Es decir, por suerte si lo siguiente hubiera sido similar a lo aquí contenido. Lo que sirvió fue de homenaje al primer teclista que habían tenido, Pigpen, pues había fallecido en 1972 y aquí buena parte del contenido lo presenta a él como cantante principal del grupo. El repertorio está dividido en dos partes, una primera acústica y luego la siguiente eléctrica.

 

¿Qué se puede decir de piezas tradicionales interpretadas en formato acústico, tan solo guitarras, como ‘Dark Hollow’ o ‘I've Been All Around This World’? pues que suenan agradables pero no invitan precisamente a escuchar repetidamente este disco. Eso sí, que hayan colocado al inicio ‘Katie Mae’ de Lightnin' Hopkins parece una broma, ya que intentan imitar al original y les sale un anacronismo irritante interpretado casi a cappella porque apenas se escuchan algunos acordes de guitarra acústica dispersos. Más insultante resulta la única composición original de este álbum, ‘Black Peter’ de Workingman's Dead, que no puede sonar más letárgica y tediosa. Con la interpretación de ‘Wake Up Little Suzie’ queda bien claro que el alma de la canción estaba en las voces, ya que los Grateful Dead clavan el pegadizo ritmo pero las voces quedan lejos de los Everly Brothers, algo por otra parte esperable porque muy pocos pueden llegar a la altura de Phil y Don.

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La electricidad llega en la recta final con la versión del clásico de Howlin' Wolf ‘Smokestack Lightnin'’, de la cual encontraremos dos interpretaciones y ambas de duración superior a quince minutos. En la voz también intentan imitar al artista original, si bien lo más destacable es que podemos escuchar por fin algo de rock. La segunda versión es mejor por ese mismo motivo, porque apenas decae la energía aunque en realidad se acaban repitiendo mucho. Y en la primera versión, ese intento de crear un clímax a partir de un retorno potente después de una sección tranquila, se acaba volviendo un tanto monótono. Que se vuelva a repetir en los bonus tracks de este álbum el tema ‘Good Lovin'’ respecto al repertorio de Europe '72 no tiene mucha justificación porque en la edición original de este álbum tampoco estaban incluidas ninguna de las dos versiones ahora existentes. La interpretación aquí es entretenida aunque le sobraría el solo de percusión, que afortunadamente no es muy largo. También nos incluyen una pieza de blues (‘Big Boss Man’) para que no echemos en falta nada de la vertiente tradicionalista de la banda, más si cabe cuando está interpretada de manera tan inspirada.

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La sorpresa más agradable llega justo al final de los bonus tracks en la forma de la versión de ‘Sitting On Top Of The World’, rescatada del vitalista álbum de debut e interpretada de la misma manera, añadiendo como novedad la manera de realizar los solos por parte de Garcia, toda una delicia. Sirve para dejar una buena sensación para lo que es un superfluo álbum de Grateful Dead, más indicado para seguidores acérrimos de la banda. El resto tiene muchas mejores opciones en directo para elegir. Como si hubiera pocas.

WAKE OF THE FLOOD

Año de publicación: 1973

Puntuación:

1) Mississipi Half - Step Upon Toodeloo; 2) Let Me Sing Your Blues Away; 3) Row Jimmy; 4) Stella Blue; 5) Here Comes Sunshine; 6) Eyes Of The World; 7) Weather Report Suite.

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Por fin volvían al estudio de grabación después de tres años y tres álbumes en directo seguidos, algo que ni las bestias consagradas del rock progresivo se hubieran atrevido a realizar. La entrada del matrimonio Godchaux pudo tener buena parte de culpa del cambio estilístico del grupo que seguirá en los próximos años, bebiendo de diversos estilos en los cuales se mostrarán confiados y consistentes, gracias a la experiencia acumulada en todos estos años. La mayoría de temas siguen siendo obra de Jerry Garcia y el letrista Robert Hunter, por lo cual Garcia se afianzaba como el líder del grupo en todos los sentidos.

 

Sin embargo,  nada ha cambiado musicalmente cuando empezamos a escuchar este disco. ‘Mississipi Half - Step Upon Toodeloo’ retoma la música del grupo exactamente en el punto donde se había quedado en American Beauty, revitalizando de nuevo la música tradicional norteamericana a base de memorables melodías vocales y una impecable instrumentación que esta vez incluye también la adición de un violín. La coda es menos atractiva, pero siempre se le puede dar a la tecla de pasar canción. En la mayoría de canciones encontraremos alguna que otra novedad respecto a lo que estaban haciendo, aunque en muchos casos no sean significativas. No es el caso de ‘Eyes Of The World’, donde nos dejan un profesional funk ejecutado con gusto y una emotiva parte vocal, de tal manera que podría pasar por un tema de Curtis Mayfield. Jerry demuestra así su versatilidad con la guitarra, así como sus compañeros, pero él es quien lleva el peso del apartado instrumental. ‘Here Comes Sunshine’ está muy bien desarrollada con unas interesantes estrofas donde se compenetran los instrumentos a la perfección y se añade una parte vocal con gancho. Lo que hace gracia es escuchar el título con la misma entonación en que los Beatles cantaban “Here comes the sun king” en ‘Sun King’.

 

La placidez extrema de ‘Row Jimmy’ consigue mejorar la impresión que transmite a partir del primer solo de guitarra, aparte de que la melodía vocal en las estrofas es hermosa si le prestamos atención. Donde no se acaba de alejar la sensación de aburrimiento es cuando escuchamos ‘Stella Blue’, ni siquiera cuando hacia la mitad elevan el tono con la conjunción de instrumentos y coros. Es algo así como si hubieran tomado ‘Let It Down’ de George Harrison, la hubieran decelerado y también quitado melodías. Quizá para neutralizar esta zona central del álbum tan lenta es por lo que colocan previamente la amena ‘Let Me Sing Your Blues Away’, escrita por Keith Godchaux junto al letrista Robert Hunter, que será una de las predilectas para los conciertos aunque suena bastante convencional y el estribillo demasiado repetitivo.

 

La composición final, ‘Weather Report Suite’ de Bob Weir, está subdividida en tres secciones, siendo las mejores la primera y la última, entendiendo que la segunda sección comienza cuando entra la primera parte cantada, algo monótona. Y es que Prelude no tiene nada que ver con la pieza de mismo título que encontrábamos en Europe '72 y comienza con una maravillosa introducción instrumental de tono intimista donde ya se pueden escuchar destellos de la pedal steel guitar de Garcia. Sobre los cinco minutos y medio comienza la tercera sección subtitulada Let It Grow, que es mucho más animada y Garcia va dejando sus destellos, además de rematarse en un potente estribillo. Se podrían haber ahorrado el solo de saxofón y haber colocado nuevamente a Garcia en el centro del tema, pero bueno, tampoco es algo grave.

 

Es una lástima que no hubieran elaborado más algunas composiciones o que hubieran añadido algún tema más que brillara melódicamente, puesto que uno se queda con la sensación de que este álbum podría haber sido mejor. En cualquier caso, era loable que buscaran nuevos sonidos con los cuales enriquecer su repertorio, pero todavía les faltaba afinar un poco más. En el siguiente álbum todavía no darán con el clavo, pero era cuestión de tiempo que estos chicos consiguieran algo interesante independientemente del camino elegido.

FROM THE MARS HOTEL

Año de publicación: 1974

Puntuación:

1) U.S. Blues; 2) China Doll; 3) Unbroken Chain; 4) Loose Lucy; 5) Scarlet Begonias;

6) Pride Of Cucamonga; 7) Money Money; 8) Ship Of Fools.

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No mejoraba la trayectoria del grupo en estos años indecisos. Una cierta diversidad y apertura estilística, vistas en el disco previo, podían hacer prever una adaptación a los nuevos tiempos que resultara en alguna aportación de interés en los siguientes años. Y eso lo conseguirán, pero no en From The Mars Hotel, un álbum en el que se retraen al sonido tradicional y con pocas ganas de hacer algo destacado, casi como si se hubieran limitado a grabar rápidamente para cumplir un compromiso contractual. Los miembros de la formación siguen siendo los mismos, pero esa continuidad no redunda en mucho provecho.

 

Tal como indica su título, ‘U.S. Blues’ es un agradable aunque convencional tema de blues, pero cruzado con un piano de honky-tonk para que suene más ameno y colar así una letra crítica con su país, aunque poco precisa. Weir está bien flojo en la composición y tan solo aporta esa especie de imitación de Santana que es ‘Money Money’, porque algo querría cantar el hombre. En cuanto a ‘China Doll’, puede inducir al letargo y esa misma sensación nos puede dar erróneamente la final ‘Ship Of Fools’, pues esta última presenta un ritmo lento aunque se salva por los detalles instrumentales que van apareciendo. Pero ya vemos que en este álbum hay bastante relleno sin interés como el de ‘Loose Lucy’. No podía faltar algo de country con la pedal steel guitar, aquí ejemplificado en ‘Pride Of Cucamonga’ del bajista Phil Lesh. Puede parecer otro simple relleno sin mayor trascendencia, pero su estribillo rememora el gusto por la melodía de American Beauty y eso le hace elevarse por encima de los tópicos del género.

 

Con un tono general en este álbum que oscila entre lo tradicional y lo contemplativo, destaca sobremanera una pieza de mayor vitalidad como ‘Scarlet Begonias’. Es decir, entendiendo que la vitalidad no la aporta tan solo el ritmo sino al mismo tiempo una melodía que presente algo de interés. En ese sentido, la composición de Lesh ‘Unbroken Chain’ es un diamante. Tras una introducción de introspectiva guitarra, llega una primera parte en un estilo que recuerda al folk-rock inicial de los Jefferson Airplane, pero sin perder el tono humilde e introspectivo que caracteriza este tema. Sin olvidarnos de un primer y estupendo solo de guitarra, llegando a los tres minutos se transforma en un sensacional jazz-rock donde la guitarra de Garcia nos recuerda a sus incursiones lisérgicas de los sesenta. Luego, el fragmento de transición hasta el retorno a las estrofas principales es toda una delicia. Queda este tema como una pequeña recompensa dentro de lo que es un mediocre álbum con el que no podían competir con nadie de la escena musical del momento. Esta será la tónica general en el futuro, con un grupo que en el estudio de grabación únicamente podía brillar ya de manera puntual (sea esto en más o menos ocasiones).

BLUES FOR ALLAH

Año de publicación: 1975

Puntuación:

1) Help On The Way/Slipknot!; 2) Franklin's Tower; 3) King Solomon's Marbles;

4) The Music Never Stopped; 5) Crazy Fingers; 6) Sage And Spirit;

7) Blues For Allah/Sand Castles & Glass Camels/ Unusual Occurrences In The Desert.

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Tras unos últimos años dubitativos en el estudio sin saber hacia dónde dirigirse musicalmente y habiendo ya exprimido bastante el estilo de raíces estadounidenses, por fin el grupo abrió los ojos a otras influencias. Para unos músicos que después de tantos años estaban más que compenetrados y teniendo el lujo de disponer a un versátil y sensacional guitarrista como Jerry Garcia, no representaba ningún riesgo probar cosas nuevas. La asignatura pendiente de este grupo era siempre conseguir melodías originales, algo que les costaba horrores, pero por lo demás estaban capacitados para tocar lo que se propusieran.

 

Como si se hubieran pasado al sonido Filadelfia desde una perspectiva de funk (menuda mezcla), ejecutan en ‘Help On The Way/Slipknot!’ una impecable pieza de exquisita instrumentación y extremada seriedad, demostrando que los Grateful Dead ponían convicción cuando probaban nuevos sonidos. La extensa segunda parte instrumental reafirma a este grupo como una máquina sonora bien conjuntada y en plena forma. Sorprendentemente se cambian al jazz complejo mediante ‘King Solomon's Marbles’, donde todos los músicos desarrollan su parte con libertad y diversidad, conformando en conjunto una exótica pieza instrumental para los cánones de Grateful Dead. En algunos momentos parece que van a cambiarse a estructuras más sencillas de rock, pero se mantienen en el mismo estilo de jazz del que salen victoriosos. Más dudas deja la incursión en el reggae de ‘Crazy Fingers’, mientras que el título de ‘The Music Never Stopped’ de alguna manera nos avisa de que se adentran en el funk melódico, saxofón incluido, pero no pasa de ser una curiosidad.

 

Más variedad no podemos encontrar, incluso un delicado y elaborado folk que desarrollan en el instrumental ‘Sage And Spirit’, recreando una agradable ambientación pastoril. En ‘Franklin's Tower’ buscan el gancho melódico a través del sonido de raíces, volviendo al estilo desarrollado a partir de Workingman's Dead. La mirada atrás no se queda ahí, sino que también recuerdan sus excesos de los últimos sesenta. Así, la psicodelia la adaptan de forma fallida a la nueva década mediante la suite que da título al álbum, en realidad subdividida en tres partes con distintos títulos, pero queda claro que era un camino ya vetado para un grupo que había sido uno de los estandartes de este género. Durante buena parte de sus casi trece minutos totales se dedican a desgranar disonancias desestructuradas y efectos de sonido variados sin ningún sentido aparente. Los últimos minutos (el último subtema) se los ceden a Donna Godchaux para que muestre sus dotes de cantante, pero no consigue salvar todo el bochorno previo.

 

Es una lástima que al final dejen una sensación tan mala para lo que ha sido un álbum heterogéneo y entretenido, con grandes momentos instrumentales e incluso algunos ganchos melódicos. La importancia de este álbum, que obtuvo además unas ventas razonables, fue abrirles la mente para probar otras músicas que pudieran adaptarse a las características del grupo. ¿Y cómo sonarían los Grateful Dead si hicieran rock progresivo? Pues la respuesta está en el siguiente disco…

2021

TERRAPIN STATION

Año de publicación: 1977

Puntuación:

1) Estimated Prophet; 2) Dancin' In The Streets; 3) Passenger; 4) Samson & Delilah;

5) Sunrise; 6) Terrapin Station; [BONUS TRACKS:] 7) Peggy-O; 8) The Ascent;

9) Catfish John; 10) Equinox; 11) Fire On The Mountain; 12) Dancin' in the Streets (live).

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2021

Seguía el camino errante de Grateful Dead por los años setenta descubriendo, o mejor dicho, adaptándose a nuevos estilos que pudieran encajar dentro de la cohesión grupal y artística que habían conseguido a lo largo de su carrera. Por suerte, ese bagaje lo aprovechan aquí a la perfección para deslizarse hacia el rock progresivo, un estilo en el que estaban capacitados para conseguir algo relevante y alejado de aquellos excesos psicodélicos que les llevaron a improvisaciones caóticas y fútiles en los años sesenta. En cualquier caso, 1977 no era precisamente el mejor año para dicha elección, pero en este caso valió la pena.

 

La pieza central del álbum es la que le da título, una extensa suite de más de quince minutos que supone la entrada triunfal, aunque sea puntual, de los Grateful Dead en el mundo del rock progresivo. ‘Terrapin Station’ está subdividida a su vez en siete secciones enlazadas y bien diferenciadas que se suceden con la fluidez propia de un grupo experimentado y bien cualificado técnicamente. Comienza bajo un atrayente ritmo de corte funk ralentizado que acompaña a la pegadiza parte vocal de Garcia, donde no falta un sensacional solo de guitarra que replica las emocionantes melodías vocales. Pasados los cuatro minutos llega una segunda sección más breve y en principio menos llamativa, pero que va ganando puntos conforme avanza y además nos presenta de soslayo el memorable leitmotiv que servirá de base para la última sección. Y a los seis minutos y medio se inicia una insuperable sección que no debería perderse ningún amante del rock progresivo. La épica y potente melodía que van desgranando con distintas variaciones y arreglos orquestales es uno de esos momentos que engrandecen el rock a categoría musical superior. A los nueve minutos llega un pequeño interludio relajante (que al final se acaba tornando movido) para que tomemos aire mientras degustamos otras sutiles melodías y nos preparamos para el retorno de la parte principal, esta vez acompañada por coros para conseguir un efecto final grandioso y catártico al estilo del tramo final de ‘Atom Heart Mother’ de Pink Floyd.

 

El resto del álbum palidece en comparación, pero todavía podemos encontrar algunos temas interesantes que denotan la seriedad con la que se tomaban los Grateful Dead su trabajo, como por ejemplo ‘Estimated Prophet’, dotado de un ritmo bastante complejo que sirve de base para su estilizado funk. En cualquier caso, resulta muy chocante encontrar a continuación una versión estilo Filadelfia de ‘Dancin' In The Streets’, otro fiasco a sumar a tantas versiones desastrosas de esa canción de los sesenta extrañamente tan celebrada. Parece una broma la inclusión de una versión en directo en los bonus tracks, aunque en esta se observa un marcado estilo de funk que quizá enfocaban a buscar un momento de distensión y baile con el público. ‘Passenger’ es un brioso tema de potente ritmo y adictiva parte de guitarra cuando uno le presta atención. También movidita resulta ‘Samson & Delilah’, pero con un ritmo más contenido y una parte vocal más discreta. Y antes de llegar a la épica insuperable de ‘Terrapin Station’, encontramos otra melodía de similar calibre en el estribillo instrumental de ‘Sunrise’, compuesta y cantada por Donna Godchaux. Nadie podría enlazar una canción así con lo que representan Grateful Dead, pero es una muestra más del eclecticismo (o falta de rumbo) que caracteriza esta etapa del grupo.

 

En los bonus tracks encontramos una gran cantidad de material, incluso interesante en algunos casos. ‘Equinox’, escrita por Lesh, presenta trazas de poder haberse convertido en una gran canción, si se hubiera trabajado más, mientras que ‘Catfish John’ (una versión) es una especie de fallido reggae-rock. No solo por su título, sino también por sus melodías, ‘Fire On The Mountain’ parece una reescritura despojada de psicodelia y a mayor velocidad de ‘Mountains Of The Moon’ de Aoxomoxoa. Quizá fue descartada por su estribillo similar a lo que podemos encontrar en otras canciones del LP original. Cabe destacar también la versión instrumental de la tradicional ‘Peggy-O’, liderada por una deliciosa guitarra emparejada con un precioso piano, como también la más afilada y persuasiva guitarra de ‘The Ascent’.

 

El material adicional más o menos mantiene el nivel de un disco muy notable y de fantástica ejecución (salvo la horrenda ‘Dancin' In The Streets’), que guardaba la buena reputación de los Grateful Dead. La guitarra de Jerry Garcia es una garantía que saben aprovechar y no tuvieron miedo de añadir arreglos orquestales en los momentos que de verdad podían ayudar a mejorar una composición. La mala noticia de este álbum es que, en el estudio, nunca volverán a conseguir algo tan equilibrado y recomendable.

SHAKEDOWN STREET

Año de publicación: 1978

Puntuación:

1) Good Lovin'; 2) France; 3) Shakedown Street; 4) Serengetti; 5) Fire On The Mountain;

6) I Need A Miracle; 7) From The Heart Of Me; 8) Stagger Lee;

9) All New Minglewood Blues; 10) If I Had The World To Give;

[BONUS TRACKS:] 11) Good Lovin' (studio outtake); 12) Ollin Arageed (live); 13) Fire On The Mountain (live); 14) Stagger Lee (live); 15) All New Minglewood Blues (live).

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Aunque la incursión en el rock progresivo del álbum anterior tuvo un resultado espectacular, había que desengañarse porque a finales de los setenta no parecía viable que un grupo siguiera por ese camino. Y Grateful Dead no iban a ser menos, así que prosiguen a base de bandazos estilísticos para probar cualquier género que les sea de utilidad, aunque esto les siga manteniendo en una indefinición musical preocupante. Y de todas maneras, al final acaban destacando más en aquello que les enlaza con su trayectoria previa, pues que los experimentos no pueden ser un fin en sí mismos, sino el resultado de un ejercicio mental previo que permita hacer algo verdaderamente original.

 

El disco se abre con la inocente e innecesaria versión para toda la familia del clásico ‘Good Lovin'’, que sirve de antecedente para el sonido comercial y amistoso que buscarán en los años ochenta. Al menos se alejan de aquellas versiones en directo que encontrábamos en algunos álbumes previos. Lo que se entiende menos todavía es que incluyan aquí una versión alternativa en los bonus tracks, pues es básicamente lo mismo pero con un sonido más tosco. Entre la música disco y el funk transita ‘Shakedown Street’, que es un poco como si ‘Dancin' In The Streets’ del álbum anterior hubiera estado ejecutado con criterio y dedicación, así que no es tan desastrosa como se podría esperar. Como contrapeso, la tradicional ‘Stagger Lee’ cubre el cupo de tradicionalismo estadounidense al que  parecían recurrir como último recurso para rellenar espacio, o quizá solo por remordimiento. Los dos percusionistas del grupo, Hart y Kreutzmann, van más por libre y muestran su técnica y su modo de pasárselo bien en la pieza instrumental de percusión ‘Serengetti’, mientras que ‘Ollin Arageed’ es como si en el grupo hubieran querido hacerle un homenaje a la música tribal de los indios de su país.

 

La balada ‘France’ queda muy vulgar en ese dueto de voces entre Weir y Donna Godchaux que no cuadran para nada entre ellas. Tan solo el elaborado entramado instrumental salva el tema de ser un verdadero desastre. Precisamente esta pareja repetirá por separado como vocalistas en las dos peores canciones del álbum. Por un lado, Weir parece que esté afónico en el trasnochado rock'n'roll clásico de ‘I Need A Miracle’, que suena igual a como esperamos que lo hiciera en los setenta cualquier rockero acabado de los años cincuenta. Lo que ya resulta lamentable es esa parte final donde los coros comienzan a cantar con la menor originalidad posible “I need a miracle everyday”. Respecto a ‘From The Heart Of Me’, cantada por Donna, es lo más vulgar que podemos tirarnos a la cara en cuanto a lo que la canción melódica se refiere. Así pues, su salida de la banda tras este álbum no será nada traumática y saldrá acompañada de su marido, el teclista Keith Godchaux, habiendo completado ambos casi una década entera dentro de Grateful Dead.

 

El único tema que aúna gancho melódico con técnica, accesibilidad y un aprovechamiento verdadero de la guitarra de Garcia es ‘Fire On The Mountain’, que aparte deja una sensación de acabar demasiado rápido, por lo cual se incluye en el material adicional una extensísima interpretación en directo que sobrepasa los diez minutos y que igualmente no llega a cansar en ningún momento, de tan bien ejecutados que están los solos de Garcia. También cabe destacar la fiereza del blues-rock ‘All New Minglewood Blues’, con cierto sabor clásico (se trata en realidad de una nueva versión de ‘New, New Minglewood Blues’, tema que ya versionaron en su álbum homónimo de debut) pero actualizado con los potentes acordes rítmicos de Weir, lo cual envalentona a Jerry Garcia para colocar igualmente el listón bien alto.

 

Encontramos una pequeña joya escondida titulada ‘If I Had The World To Give’, que es del estilo de la primera sección de ‘Terrapin Station’ (incluso se cuelan unos acordes de esta), con unas cálidas melodías y emotivo estribillo, además de otro conmovedor solo de guitarra. Estaba ubicada justo al final de lo que era el LP original, así que puede que hubiera gente que ni llegara a escucharla porque estamos ante un álbum bastante flojo y con poco atractivo. Y bueno, la carrera de Grateful Dead a partir de aquí ya no tiene mayor interés. Todo lo que tenían que decir ya estaba dicho, así que se convertirán en una atracción en directo sin repercusión en el estudio, aunque todavía cosecharán un cierto éxito en los ochenta mediante In The Dark.

GO TO HEAVEN

Año de publicación: 1980

Puntuación:

1) Alabama Getaway; 2) Far From Me; 3) Althea; 4) Feel Like A Stranger; 5) Lost Sailor;

6) Saint Of Circumstance; 7) Antwerp's Placebo (The Plumber); 8) Easy To Love You;

9) Don't Ease Me In; [BONUS TRACKS:] 10) Peggy-O; 11) What'll You Raise;

12) Jack-A-Roe; 13) Althea (live); 14) Lost Sailor (live); 15) Saint Of Circumstance (live).

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Tras la salida del matrimonio Godchaux, entró un nuevo teclista que también podía hacer de vocalista, aunque esto último no era precisamente su especialidad, como puede comprobarse en este nuevo álbum que incide en la falta de rumbo del grupo. Encontramos una vez más un batiburrillo de géneros donde solo consiguen quedarse en la superficie y no hundirse del todo gracias a la guitarra de Garcia y al sonido profesional que tenían como grupo bien experimentado que eran. Mostrarles en la portada como si fueran los clones duplicados de los Bee Gees parecía también un suicidio comercial respecto a los fans de siempre, que podrían pensar en una deriva absoluta del grupo hacia las modas del momento.

 

Afortunadamente, la deriva no va más allá de la falta de creatividad que asolaba al grupo desde hacía tiempo. Pero no está mal comenzar con el entretenido boggie-rock de ‘Alabama Getaway’, sobre todo porque está ejecutado de una manera seria, con una guitarra afilada y melodías vocales con gancho. Esto sería lo que le haría falta a la canción que finaliza lo que era el LP original, ‘Don't Ease Me In’, que se correspondería con lo que entendemos como boogie-rock de relleno. Muy alegre y tal, pero no presenta ningún aspecto de interés. La inspiración melódica de verdad llega con la sensacional ‘Althea’, escrita por la pareja Garcia/Hunter, donde la guitarra introductoria capta la atención desde el principio. El ritmo es adictivo y parece como una variación más relajada del de ‘Sweet Home Alabama’ de Lynyrd Skynyrd, pero con la ubicua guitarra de Garcia brillando de esa manera que los grandes guitarristas saben conseguir en los momentos de inspiración. En los bonus tracks podemos observar que en directo el ritmo aparecía algo ralentizado, perdiendo parte de su encanto. Quizá con la intención de parecer todavía experimentales, introducen ese inciso titulado ‘Antwerp's Placebo (The Plumber)’ que bien podrían haberse ahorrado.

 

Si hubiera durado un par de minutos solamente, el animado ritmo de estilo Motown de ‘Saint Of Circumstance’ hubiera sido hasta entretenido, pero alargada la canción hasta sobrepasar los cinco minutos, se convierte en un repetición que acaba cansando. En directo queda algo mejor porque los músicos se permiten dejar su impronta en las improvisaciones instrumentales, que al menos aquí sirven para algo. Mayor lástima es que la ambientación épica tan bien conseguida en ‘Lost Sailor’ y su envidiable entramado instrumental queden lastrados por una parte vocal sin melodía ni gancho alguno. ‘Feel Like A Stranger’ es una mala imitación de funk a lo James Brown (y menos mal que no imitan el canto de James Brown), pero la que parece una broma (de mal gusto) es ‘Far From Me’, pues ni parece que sea de Grateful Dead. La floja voz que escuchamos es la del nuevo teclista Mydland (quien es también su autor, nadie del grupo querría cantar esta bazofia) y suena a morralla pop-rock que no tendría cabida ni en una emisora local de radio de Estados Unidos. Todavía podemos encontrar otra composición del teclista, ‘Easy To Love You’, que al menos se trata de un agradable relleno de pop-rock con toques funk.

 

Los bonus tracks de la reedición en CD son generosos y contienen tres temas descartados y otras tres interpretaciones en directo de lo que ya hemos escuchado con anterioridad. Entre los primeros, una versión de la tradicional ‘Peggy-O’, canción que ya la habíamos escuchado como material añadido en Terrapin Station y aquí tampoco representa nada especial, sin mayor interés que escuchar la guitarra de Garcia. Otra pieza tradicional pero que deja una mejor sensación y que seguro hubiera mejorado de elaborarse un poco más, es ‘Jack-A-Roe’, que aparte era de lo mejor que podía encontrarse en la versión de Bob Dylan de su disco World Gone Wrong de 1993. La única composición original descartada es ‘What'll You Raise’, de Garcia y Hunter, que deja también sensación de haberse podido mejorar mucho más, sobre todo en la insegura parte vocal. Sin embargo, no parece que estos temas, aun si hubieran dedicado mayor tiempo a su desarrollo, pudieran haber mejorado el nivel general de otro álbum deficiente que ya no tenía utilidad alguna. Vale la pena rescatar ‘Althea’ y un par de canciones más que se han destacado, pero el resto no aporta absolutamente nada. El grupo ya hacía honor a su nombre.

RECKONING

Año de publicación: 1981

Puntuación:

CD I: 1) Dire Wolf; 2) The Race Is On; 3) Oh Babe, It Ain't No Lie; 4) It Must Have Been The Roses; 5) Dark Hollow; 6) China Doll; 7) Been All Around This World; 8) Monkey And The Engineer; 9) Jack-A-Roe; 10) Deep Elem Blues; 11) Cassidy; 12) To Lay Me Down;

13) Rosa Lee McFall; 14) On The Road Again; 15) Bird Song; 16) Ripple.

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CD II: 1) To Lay Me Down; 2) Iko Iko; 3) Heaven Help The Fool; 4) El Paso; 5) Sage & Spirit; 6) Little Sadie; 7) It Must Have Been The Roses; 8) Dark Hollow; 9) Jack-A-Roe; 10) Cassidy; 11) China Doll; 12) Monkey And The Engineer; 13) Oh Babe, It Ain't No Lie; 14) Ripple;

15) Tom Dooley; 16) Deep Elem Blues.

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Ocho años sin publicar ningún álbum en directo parecía una eternidad para un grupo como Grateful Dead, así que se decidieron a publicar una nueva tanda porque el parón en el estudio de grabación iba a durar unos años. La idea final fue publicar dos LP’s dobles, uno con interpretaciones acústicas y el otro con eléctricas, que en la época del CD se ha ampliado con más contenido para completar también un doble disco. Pero esto último no parecía necesario cuando muchas de las canciones adicionales las encontramos ahora por partida doble, cuando en su mayoría son grabaciones irrelevantes. Los conciertos de donde se extrae este material son contemporáneos, de 1980, salvo los dos últimos temas del segundo disco, que pertenecen a una actuación de 1978. El caso es que Reckoning recoge únicamente el repertorio acústico, así que cabe esperar poco entusiasmo en quien no sea un seguidor acérrimo de esta banda.

 

Encontraremos muchas novedades y pocos temas conocidos, ni siquiera del que había sido su álbum más reciente. Sobre todo versiones y de temas de música sureña que suenan tal como cabe esperar: ‘The Race Is On’, ‘Monkey And The Engineer’, ‘On The Road Again’, ‘Rosie McFall’… la lista es bien larga. Hay momentos que se lanzan hacia el blues tradicional, como en ‘Deep Elem Blues’, mientras que ‘Oh Babe, It Ain't No Lie’ es una canción de una de las pocas mujeres que ha habido en ese blues original de principios del siglo XX, pero toda una tragedia para el mundo de la música porque, de acuerdo a las costumbres retrógradas de la época, tras casarse muy joven (antes de cumplir veinte años) hubo de abandonar su exigua pero admirable carrera musical. En los bonus tracks de Go To Heaven ya nos habían hecho spoiler de lo entretenida que resulta la tradicional ‘Jack-A-Roe’, siendo aquí uno de los mejores temas y además lo podemos escuchar por partida doble. Tampoco hay que perderse el tono más sombrío pero bien conseguido de ‘Little Sadie’, otras de las canciones tradicionales que podemos encontrar aquí.

 

En cuanto a las composiciones originales inéditas, pues hay algunas interesantes y otras verdaderamente decepcionantes, porque era evidente que la creatividad les había abandonado en los últimos años. Por ejemplo, las dos interpretaciones de ‘It Must Have Been The Roses’ son para olvidar por su lentitud, repetitividad y tedio, aunque la segunda de ellas se lleva la palma por poseer una interpretación vocal que resulta absolutamente empalagosa por buscar una emoción que suena muy falsa. Prácticamente lo mismo podríamos decir de ‘To Lay Me Down’, pues en el segundo disco encontramos una versión de estudio que todavía suena más tediosa y lenta (sin que por ello baje de los nueve minutos de duración). Compuesta por Weir, ‘Cassidy’ no llama la atención salvo que se preste atención al sólido armazón instrumental que contiene y solamente cobra verdadero interés cuando llega el estribillo: “Flight of the seabirds / Scattered like lost words / Wield to the storm and fly”, aunque en realidad están replicando ideas que podíamos encontrar en American Beauty. Precisamente de este álbum encontraremos tan solo una canción, ‘Ripple’, que obviamente está entre lo mejor de Reckoning, igual que podemos decir de ‘Dire Wolf’, la representante de Workingman's Dead.

 

La mejor demostración de Garcia como guitarrista acústico, y también del grupo al completo en este formato, probablemente sea ‘Bird Song’, pues el ensamblaje de guitarras es asombroso en el intermedio instrumental, aparte de tener una parte vocal pegadiza en el mejor estilo de American Beauty. Eso sí, nos queda claro que en directo lo que echamos de menos es la electrificación del grupo. Donde sí deberían haber demostrado su técnica es en el instrumental ‘Heaven Help The Fool’, pero salvo algún momento donde saben incrementar la tensión musical, el resto parece un mero pasatiempo para los músicos y una pérdida de tiempo para el oyente. En cuanto a ‘Dark Hollow’, ya la conocíamos (aunque sería normal haberlo olvidado) del repertorio de History Of The Grateful Dead, Vol. 1 (Bear's Choice), pero aquí deja una mejor impresión y queda entre lo poco verdaderamente rescatable de este doble álbum. porque en realidad Reckoning supone tan solo la innecesaria demostración de que sabían desenvolverse bien en formato acústico durante los conciertos. Ya podían haber escogido para tocar algunas de las mejores composiciones acústicas que atesoraban a sus espaldas.

DEAD SET

Año de publicación: 1981

Puntuación:

CD I: 1) Samson And Delilah; 2) Friend Of The Devil; 3) New Minglewood Blues; 4) Deal;

5) Candyman; 6) Little Red Rooster; 7) Loser; 8) Passenger; 9) Feel Like A Stranger;

10) Franklin's Tower; 11) Rhythm Devils; 12) Space; 13) Fire On The Mountain;

14) Greatest Story Ever Told; 15) Brokedown Palace.

​

CD II: 1) Let It Grow; 2) Sugaree; 3) C.C. Rider; 4) Row Jimmy; 5) Lazy Lightnin';

6) Supplication; 7) High Time; 8) Jack Straw; 9) Shakedown Street; 10) Not Fade Away.

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Ocho años sin publicar ningún álbum en directo parecía una eternidad para un grupo como Grateful Dead, así que se decidieron a publicar una nueva tanda porque el parón en el estudio de grabación iba a durar unos años. La idea final fue publicar dos LP’s dobles, uno con interpretaciones acústicas y el otro con eléctricas, que en la época del CD se ha ampliado con más contenido para completar también un doble disco. Pero esto último no parecía necesario cuando muchas de las canciones adicionales las encontramos ahora por partida doble, cuando en su mayoría son grabaciones irrelevantes. Los conciertos de donde se extrae este material son contemporáneos, de 1980, salvo los dos últimos temas del segundo disco, que pertenecen a una actuación de 1978. El caso es que Reckoning recoge únicamente el repertorio acústico, así que cabe esperar poco entusiasmo en quien no sea un seguidor acérrimo de esta banda.

 

Encontraremos muchas novedades y pocos temas conocidos, ni siquiera del que había sido su álbum más reciente. Sobre todo versiones y de temas de música sureña que suenan tal como cabe esperar: ‘The Race Is On’, ‘Monkey And The Engineer’, ‘On The Road Again’, ‘Rosie McFall’… la lista es bien larga. Hay momentos que se lanzan hacia el blues tradicional, como en ‘Deep Elem Blues’, mientras que ‘Oh Babe, It Ain't No Lie’ es una canción de una de las pocas mujeres que ha habido en ese blues original de principios del siglo XX, pero toda una tragedia para el mundo de la música porque, de acuerdo a las costumbres retrógradas de la época, tras casarse muy joven (antes de cumplir veinte años) hubo de abandonar su exigua pero admirable carrera musical. En los bonus tracks de Go To Heaven ya nos habían hecho spoiler de lo entretenida que resulta la tradicional ‘Jack-A-Roe’, siendo aquí uno de los mejores temas y además lo podemos escuchar por partida doble. Tampoco hay que perderse el tono más sombrío pero bien conseguido de ‘Little Sadie’, otras de las canciones tradicionales que podemos encontrar aquí.

 

En cuanto a las composiciones originales inéditas, pues hay algunas interesantes y otras verdaderamente decepcionantes, porque era evidente que la creatividad les había abandonado en los últimos años. Por ejemplo, las dos interpretaciones de ‘It Must Have Been The Roses’ son para olvidar por su lentitud, repetitividad y tedio, aunque la segunda de ellas se lleva la palma por poseer una interpretación vocal que resulta absolutamente empalagosa por buscar una emoción que suena muy falsa. Prácticamente lo mismo podríamos decir de ‘To Lay Me Down’, pues en el segundo disco encontramos una versión de estudio que todavía suena más tediosa y lenta (sin que por ello baje de los nueve minutos de duración). Compuesta por Weir, ‘Cassidy’ no llama la atención salvo que se preste atención al sólido armazón instrumental que contiene y solamente cobra verdadero interés cuando llega el estribillo: “Flight of the seabirds / Scattered like lost words / Wield to the storm and fly”, aunque en realidad están replicando ideas que podíamos encontrar en American Beauty. Precisamente de este álbum encontraremos tan solo una canción, ‘Ripple’, que obviamente está entre lo mejor de Reckoning, igual que podemos decir de ‘Dire Wolf’, la representante de Workingman's Dead.

 

La mejor demostración de Garcia como guitarrista acústico, y también del grupo al completo en este formato, probablemente sea ‘Bird Song’, pues el ensamblaje de guitarras es asombroso en el intermedio instrumental, aparte de tener una parte vocal pegadiza en el mejor estilo de American Beauty. Eso sí, nos queda claro que en directo lo que echamos de menos es la electrificación del grupo. Donde sí deberían haber demostrado su técnica es en el instrumental ‘Heaven Help The Fool’, pero salvo algún momento donde saben incrementar la tensión musical, el resto parece un mero pasatiempo para los músicos y una pérdida de tiempo para el oyente. En cuanto a ‘Dark Hollow’, ya la conocíamos (aunque sería normal haberlo olvidado) del repertorio de History Of The Grateful Dead, Vol. 1 (Bear's Choice), pero aquí deja una mejor impresión y queda entre lo poco verdaderamente rescatable de este doble álbum. porque en realidad Reckoning supone tan solo la innecesaria demostración de que sabían desenvolverse bien en formato acústico durante los conciertos. Ya podían haber escogido para tocar algunas de las mejores composiciones acústicas que atesoraban a sus espaldas.

IN THE DARK

Año de publicación: 1987

Puntuación:

1) Touch Of Grey; 2) Hell In A Bucket; 3) When Push Comes To Shove;

4) West L.A. Fadeaway; 5) Tons Of Steel; 6) Throwing Stones; 7) Black Muddy River; [BONUS TRACKS:] 8) My Brother Esau; 9) West L.A. Fadeaway (alternate version);

10) Black Muddy River (studio outtake); 11) When Push Comes To Shove (studio outtake); 12) Touch Of Grey (studio outtake); 13) Throwing Stones (live).

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Nunca antes había tenido el grupo un descanso tan largo como los siete años que transcurrieron desde el último álbum de estudio hasta este In The Dark. Graves problemas de salud asolaron a Jerry Garcia, quien tenía fama de no cuidarse y acabó teniendo diabetes e incluso entró en coma por ese motivo. Una vez recuperado, lideró la grabación de este nuevo álbum con la misma formación ya estable que existía en los Grateful Dead. La manera de grabarlo partió de una idea bien original, pues ellos solían mejorar en el escenario y por ello el lugar escogido fue un auditorio sin público, tocando el grupo en directo. Obviamente, se retocó con posterioridad para solventar cualquier error o cualquier fragmento susceptible de ser mejorado con una regrabación.

 

El último gran clásico de la banda lo encontramos en la adictiva ‘Touch Of Grey’, que engancha desde el principio con su sonido amigable y luego su pegadizo estribillo, un estribillo que parece una manera de autoanimarse para Garcia (“I will get by / I will survive”). En realidad es un tipo de música muy comercial que nunca podríamos asociar de antemano con este grupo, pero es que nunca, o cuando menos desde su álbum de debut, se habían mostrado tan excelsos con el gancho pop. Para bajar los humos llegan justo a continuación dos piezas de boogie-rock de diferente índole. En primer lugar el entretenido boogie-rock de ‘Hell In A Bucket’, sin mayores pretensiones pero con la profesionalidad e impecabilidad inherente a unos músicos con tan largo recorrido a su espalda. Justo lo contrario resulta ser la más pausada y vulgar ‘When Push Comes To Shove’, que acaba resultando aburrida en consiguientes escuchas de tan previsible que es.

 

Para unos Grateful Dead tardíos y buscando un sonido accesibles es inevitable el reciclaje de ideas. De esta manera, el ritmo de ‘West L.A. Fadeaway’ nos hace pensar inmediatamente que se trata de una reescritura de ‘Althea’ (perteneciente a Go To Heaven) pero sin gracia, así que bien podrían haber recortado a la mitad su larga duración porque no hay ningún solo de guitarra para destacar. Análogamente, la melodía de entrada de ‘Throwing Stones’ está tomada prestada directamente de ‘Sunrise’, perteneciente al álbum Terrapin Station. Y decimos prestada porque la autora de ‘Sunrise’ era Donna Godchaux. En el desarrollo de ‘Throwing Stones’ volvemos a recordar a ‘Althea’, pero al menos suena entretenido y con algo de gancho, aparte de poseer un notable inciso instrumental, que es lo deseable en un tema de siete minutos de duración. Por otra parte, la voz de la vulgar ‘Tons Of Steel’ es la de su autor, el teclista Mydland, quien parece que obtuvo su momento de lucimiento y no lo supo aprovechar.

 

Lo que era el LP original finalizaba mediante la balada contemplativa ‘Black Muddy River’, que es como echar una última ojeada a lo que hicieron en 1970 en su vertiente más tradicional, aunque queda discreta. Esto nos lleva a comentar brevemente los bonus tracks, donde lo único novedoso es ‘My Brother Esau’, que fue la cara B del single de ‘Touch Of Grey’, un pop-rock tranquilo de sabor sureño que solo llama la atención por algunos acordes de guitarra y la percusión. El resto son grabaciones alternativas para fanáticos/as del grupo porque, aun sonando diferentes a las tomas definitivas, no aportan nada relevante. ‘When Push Comes To Shove’ aparece en clave de blues y sale mejorada, pero tampoco llama la atención expresamente. De un concierto se recoge la interpretación de ‘Throwing Stones’ y suena equivalente a la versión de estudio, algo previsible debido a las características descritas sobre cómo fue la grabación de este álbum.

 

In The Dark supuso la única vez que entraron entre los diez primeros en la clasificación de ventas tanto en álbumes como en singles (en este último caso con ‘Touch Of Grey’), todo un premio económico a su extensa carrera. Poco después de la publicación del álbum los Grateful Dead se embarcarán de gira con Bob Dylan y publicarán el denostado pero interesante disco en directo Dylan & The Dead antes de su siguiente creación en el estudio. En cualquier caso, enfilamos ya los últimos años de la banda antes del fallecimiento de Jerry Garcia.

2022

BUILT TO LAST

Año de publicación: 1989

Puntuación:

1) Foolish Heart; 2) Just A Little Light; 3) Built To Last; 4) Blow Away;

5) Victim Or The Crime; 6) We Can Run; 7) Standing On The Moon;

8) Picasso Moon; 9) I Will Take You Home;

[BONUS TRACKS:] 10) Foolish Heart (live); 11) Blow Away (live);

12) California Earthquake (Whole Lotta Shakin' Goin' On) (live).

Grateful Dead Built to Last.jpg

2022

Aunque por aquel entonces no podían saberlo, este álbum será el último de estudio que publicará la banda. Y menos mal, porque tanto la calidad del disco como lo que implica su grabación no presagiaban un futuro halagüeño. Lo más significativo en el seno de la banda es que el equilibrio de poderes había cambiado porque ahora Jerry Garcia se sentía muy cómodo apoyándose sobre todo en el teclista Brent Mydland, cuya prematura muerte supondrá un golpe muy fuerte en Jerry. Esto convierte al teclista en una de las cabezas visibles del grupo, con un mayor protagonismo que Weir y Lesh, pues este último ni siquiera participa ya en la composición y se limita a tocar el bajo de manera secundaria.

 

La canción que da título al álbum es una composición de Garcia y Hunter que al menos retoma la emoción especial que sabían aplicar a sus creaciones en sus momentos inspirados, pero dedicar los últimos dos minutos a repetir el estribillo una y otra vez es un error garrafal. Ambos compañeros mejoran y alcanzan una gran solemnidad en ‘Standing On The Moon’ que solo podía ser fruto de la experiencia acumulada en más de veinte años de profesión, de tal manera que queda como lo mejor de este álbum porque suenan honestos, humildes y convincentes. La tercera composición de esta pareja la encontramos justo al inicio del álbum. Si nos atenemos a la impresión que transmite su comienzo, ‘Foolish Heart’ parece una broma de mal gusto, aunque luego al menos posee un llamativo y revitalizador estribillo, aparte de un excelente solo de guitarra.

 

El teclista Mydland ya había adquirido poder en el seno de la banda y en sus cuatro composiciones actúa también como vocalista, con una voz rasposa que se identifica rápidamente. Pero con canciones como ‘Just A Little Light’ es como si estuviéramos escuchando a Chris Rea en vez de a los Grateful Dead, con la misma voz y la misma música agradable pero comercial y olvidable. En ‘Blow Away’ Mydland idea un consistente armazón instrumental que él mismo se encarga de destrozar por momentos con el exceso de sintetizadores, aunque podemos decir que Garcia llega luego al rescate. En cambio, ‘We Can Run’ es una aburrida balada comercial sin solución, pero lo que ya resulta difícil soportar es el atrevimiento de ‘I Will Take You Home’. Es decir, se trata de una balada de piano solo como si ya no existiera Grateful Dead tal como los habíamos conocido y nos estuvieran preparando para la carrera en solitario de Brent Mydland, algo que finalmente no podrá ocurrir por su muerte por sobredosis en 1990, con solo treinta y siete años.

 

Weir parece que se dio cuenta de que en las composiciones de sus compañeros se había olvidado el componente rock y por ello, en las dos que aporta él, intenta que la guitarra suene más estruendosa y la sección rítmica más amenazante. Pero claro, no sirve de nada forzar esa fiereza si no hay melodías donde sustentarlo, sobre todo cuando además el solo de guitarra suena horroroso (a ver si lo tocó Weir en vez de Garcia) durante tres largos minutos como ocurre en ‘Victim Or The Crime’, la cual aparte es una canción sin melodías ni estribillos. La otra aportación de Weir es ‘Picaso Moon’, algo más efectiva en las estrofas aunque en realidad no aporta nada de interés, es la misma música vulgar que abunda en este disco.

 

En los bonus tracks encontramos unas extensísimas interpretaciones en directo de ‘Foolish Heart’ y ‘Blow Away’ para que Garcia pueda solazarse con su instrumento, pues el aficionado que acudía a los conciertos de Grateful Dead era para escuchar el gran Jerry, como no podía ser de otra manera. Aunque en ‘Blow Away’, que curiosamente contiene un parón hacia la mitad, parece que Mydland busca un protagonismo como cantante que le viene muy grande y ya podría haber permitido que pudiéramos escuchar mejor la guitarra de Garcia. Encontramos también un tema inédito, que es la versión de una balada country titulada ‘California Earthquake’, aburridísima hasta la extenuación. Y cuando esperamos que se transforme en un animado rock'n'roll, que es lo que parece indicar el título entre paréntesis de ‘Whole Lotta Shakin' Goin' On’, llega la decepción porque en total son casi seis minutos del mismo sopor.

 

Casi que acaba aquí la andadura de los Grateful Dead, pues en el estudio ya no volverán a juntarse y el estado de salud de Garcia se deteriorará después de la gira de 1990, de tal manera que solo habrá algunos conciertos puntuales hasta su muerte en 1995, que significará la defunción equivalente del grupo. Así pues, a partir de ahora solo aparecerán álbumes en directo en cantidades desorbitadas, destinadas a satisfacer el gozo de los seguidores más acérrimos de la banda. Para el resto de mortales, poco interés puede suscitar cuando a lo largo de su carrera ya se habían publicado en LP un buen número de conciertos.

WITHOUT A NET

Año de publicación: 1990

Puntuación:

CD I: 1) Feel Like A Stranger; 2) Mississippi Half-Step Uptown Toodeloo; 3) Walkin' Blues; 4) Althea; 5) Cassidy; 6) Bird Song; 7) Let It Grow.

​

CD II: 1) China Cat Sunflower/I Know You Rider; 2) Looks Like Rain; 3) Eyes Of The World; 4) Victim Or The Crime; 5) Help On The Way/Slipknot/Franklin's Tower;

6) One More Saturday Night; 7) Dear Mr Fantasy.

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De la gira realizada por el grupo para presentar Built To Last apareció esta selección en forma de doble álbum, que al mismo tiempo supuso la despedida del teclista que tuvieron a lo largo de los ochenta, Brent Mydland, fallecido por sobredosis en el verano de 1990, unos meses antes de la publicación de Without A Net. Así pues, se trata de la formación clásica de sexteto (por los dos percusionistas) que había caracterizado la mayor parte de la carrera del grupo, sobre todo su última época. El repertorio interpretado recorre buena parte de su trayectoria, si bien se centra básicamente en la producción post-American Beauty. Afortunadamente, tan solo escucharemos una canción de Built To Last, aunque la elección no podía ser peor porque nos toca tragarnos la insulsa y sintética ‘Victim Or The Crime’, extendida hasta los ocho minutos debido a un solo de guitarra sin inspiración de Garcia.

 

Los álbumes en directo que han precedido al que estamos comentando sirven también de referencia. Tal como ocurría en Europe '72, ‘China Cat Sunflower’ acaba enlazada con la tradicional ‘I Know You Rider’ para acabar transformando aquel exquisito tema en una tonada conocida pero ejecutada en modo bailable para que el personal asistente al concierto pueda mover el esqueleto, una expresión bien apropiada para esta banda. En el citado álbum en directo descubrimos también la balada ‘Looks Like Rain’, que aquí no convence demasiado porque ni siquiera consiguen alcanzar el clímax necesario en la recta final, con Weir fallando estrepitosamente en los falsetes como guinda. Jerry estaría mal de salud, pero Bob estaba mal como músico. En Reckoning ya habíamos conocido ‘Bird Song’, pero aquí la podemos degustar en modo eléctrico y deja también una agradable sensación. Aparte, escuchamos lo que parece un solo de flauta que debió ser cosa del teclista Mydland, pues en principio no se conoce a ningún flautista que tocara con el grupo.

 

La deslumbrante interpretación de ‘Althea’, donde podemos degustar cada delicioso punteo de Garcia y el resto de músicos acaban impregnados de la grandeza de su líder para acompañarle con suficiente esplendidez. En ‘Eyes Of The World’ tienen el lujo de contar con la participación del saxofonista de jazz Branford Marsalis, hermano de otro Marsalis trompetista que grabó un álbum en directo con Eric Clapton. Y la colaboración se nota, pues el saxofón dota de consistencia y versatilidad el sonido del grupo, marcándose por el final un solo simultáneo con la guitarra de Garcia que es todo un prodigio de compenetración musical, mejorando así lo que era la composición original. Se lanzan sin tapujos a tocar de manera seguida los primeros temas de Blues For Allah, la triada ‘Help On The Way/Slipknot/Franklin's Tower’, que deja buena sensación pero resulta complicado prestarle atención continuada, sobre todo porque la segunda mitad de sus casi veinte minutos está dedicada a ‘Franklin's Tower’, menos interesante y emocionante que lo que le precede. No puede faltar algo de rock'n'roll clásico como el de ‘One More Saturday Night’, que acaba resultando muy vulgar, como tampoco falta el inevitable blues de turno mediante ‘Walkin' Blues’, una canción de Robert Johnson.

 

Para el final nos dejan la interpretación de la mítica ‘Dear Mr. Fantasy’ de Traffic, cantada con la voz demasiado rasposa de Mydland que empeora mucho más cuando doblan las voces (a saber quién fue el acompañante) y desafinan bochornosamente. Y es una lástima porque por lo demás ofrecen una estupenda implementación instrumental. Por tanto, es la peor despedida posible para Mydland, porque no queda nada bien parado.  De alguna manera servía también de despedida del grupo, aunque seguirían haciendo algunos conciertos puntuales. Como ya nunca volverán al estudio de grabación, a partir de ahora seguirán publicándose álbumes de Grateful Dead a partir de los vastos archivos de grabaciones en directo, una fuente inagotable.

VÍDEOS

THE OTHER ONE: THE LONG STRANGE TRIP OF BOB WEIR 

Año de publicación: 2015

A la sombra del gran Jerry Garcia, Bob Weir se mantuvo siempre como fiel escudero en el rol de segundo guitarrista de los Grateful Dead. Así, este documental recorre toda su vida que, por ende, abarca también la vida de esta banda, centrándose sobre todo en los inicios y la etapa psicodélica. El título del documental está referido al tema ‘That's It For The Other One’ de Anthem Of The Sun (1968), una sección del cual fue escrita por Weir (aunque en el disco aparece acreditado como coautor el percusionista Kreutzmann) y que podemos ver en una espectacular interpretación en directo para un programa de televisión, por el principio del documental. Una de las mayores curiosidades que podemos conocer es que el Neal que aparece en la letra del citado tema (“There was cowboy Neal at the wheel of the bus to never ever land”) es nada menos que Neal Cassady, aquel carismático aglutinador del movimiento beatnik, ya que era amigo de los Grateful Dead y Weir estuvo varias veces en el autobús psicodélico que Cassady conducía y que era lugar habitual de desmadres lisérgicos.

LONG STRANGE TRIP 

Año de publicación: 2017

​Esta extensa serie documental de seis capítulos realiza una profunda revisión de la carrera de los Grateful Dead, más enfocada a la vida del grupo que al análisis musical. Con profusión de material de archivo y los testimonios de los miembros y colaboradores todavía vivos, se sigue más o menos cronológicamente (aunque los capítulos se dividen temáticamente) la trayectoria vital del grupo. De esta manera, podemos entender la importancia sociológica de unos chicos que difundían no solo su música, sino también una manera de entender la vida. El último capítulo dedicado al ocaso de Jerry García transmite mucha aflicción, pues vemos a un hombre cuya filosofía de vida le obligaba a continuar con las giras porque mucha gente dependía de él y eso le llevaría a sumergirse en las drogas duras, la peor manera posible de sobrellevar la presión y el desgaste físico cuando debería haberse retirado a tiempo y dedicarse a su familia. Nos enteramos en otro capítulo de lo que suponía en los ochenta un concierto de Grateful Dead, que se convertía en un festival improvisado con miles de personas acampadas y divirtiéndose. Por lo que cuentan, había gente que ni siquiera entraba al concierto, sino que iba a la fiesta que se montaban fuera los llamados Deadheads. Y bueno, sorprende que los Grateful Dead permitieran grabar la música a los espectadores (en las imágenes se ve la primera fila de espectadores llena de aparatos de grabación), de ahí la gran cantidad de discos pirata existentes. Pero así fueron consecuentes con su ideal de libertad y anarquía. Eso sí, hay una metida de pata muy grande en uno de los capítulos, cuando algunos miembros hablan de que en los ochenta eran muy buenos en directo, puesto que las imágenes que emplean para apoyar esa afirmación nos muestran la interpretación de versiones que suenan muy mediocres. Los grandes Grateful Dead en directo son los de ‘Dark Star’ y otras poderosas creaciones propias.

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