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THE BEES

SUNSHINE HIT ME

Año de publicación: 2002

1) Punchbag; 2) Angryman; 3) No Trophy; 4) Binnel Bay; 5) Sunshine;

6) A Minha Menina; 7) This Town; 8) Sweet Like A Champion; 9) Lying In The Snow;

10) Zia; 11) Sky Holds The Sun.

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Paul Butler y Aaron Fletcher eran dos amigos multiinstrumentistas de la Isla de Wight (aquella donde se hicieron varios festivales con gran cartel a finales de los sesenta) amantes de la música, que lograron grabar su primer álbum en un pequeño sello británico para dar rienda suelta a toda la música que habían absorbido y a la que pretendían rendir homenaje en su estreno, sin que pudiera adivinarse que serían capaces de ser realmente originales más adelante. Puede tomarse este debut como el álbum antropológico de la banda (solo hay que mirar el dibujo de un luchador mexicano en la portada), si bien el contenido es más amplio en composiciones de corte ambiental, lo cual no significa que vayamos a encontrar temas lentos y tediosos. Cuánto daño ha hecho el adjetivo “ambiental” a la hora de categorizar...

 

Sus mejores composiciones en este debut son las destinadas a la recreación atmosférica, como es el caso de ‘Punchbag’ y ‘Sunshine’. La mejor es sin duda la loable ‘Punchbag’, que consigue un maravilloso efecto gracias a una perfecta complementación entre el florido piano, un saxofón e incluso órgano, que trae ecos del mejor Brian Eno. ‘Sunshine’ se apoya más en la electrónica para evocar imágenes soleadas, aunque lo mejor son sus cambios de ritmo, que todavía denotan falta de experiencia para lograr grandes composiciones como las que llegarán en los próximos años. En ‘Sky Holds The Sun’ la voz parece intentar crear una especie de mantra para igualmente hacernos visualizar imágenes de la naturaleza, pero la instrumentación es demasiado simple en detalles como la trompeta que se puede escuchar en la segunda mitad. Del sol pasamos a la nieve en ‘Lying In The Snow’, que incluso sale ganando por una cálida parte vocal y un ritmo más continuo y ameno a partir del primer minuto. En ‘Sweet Like A Champion’ consiguen el soñado efecto mediante el piano y las guitarras acústicas, lo cual resulta bastante curioso. Por otro lado, las disonancias en el piano de ‘Zia’ no son la mejor opción ante un tema instrumental que hubiera requerido un tratamiento más melódico.

 

Respecto a la vertiente antropológica del álbum, no es precisamente lo mejor que encontraremos pero sí lo que más curiosidad suscita por su exotismo. Cuando llega ‘Angryman’ es como si los primeros Wailers hubieran resucitado y siguieran tocando su música de la primera época, aunque a partir de los dos minutos se vuelve todo un pop atmosférico que nada tiene que ver, mientras que ‘No Trophy’ sería como si esos mismos Wailers hubieran querido sonar modernos sin perder sus raíces jamaicanas. Más discreto suena el canto tribal de ‘Binnel Bay’. La versión de ‘A Minha Menina’, popularizada por Os Mutantes a finales de los sesenta, parece que solo tiene como cometido hacer realidad el gusto de los miembros de la banda por esta canción, ya que no aportan nada nuevo. Por otro lado, el ritmo jazzístico y relajado de ‘This Town’ no aporta otra cosa que más variedad, porque se olvida muy rápidamente.

 

En resumen, este debut fue toda una sensación en su momento porque a principios del siglo XX todo lo que sonara retro ya era de por sí exótico e interesante. En realidad, tampoco es que ofrezcan mucho y no se diferencian de muchas otras bandas similares que comenzaron a surgir. Todavía debían encontrar su voz propia a partir de esa absorción de influencias, para lo cual era necesaria la existencia de talento, algo de lo que precisamente adolecía la mayoría del resto de esas bandas similares. En el caso de los Bees (o A Band Of Bees, como se les conocerá en Estados Unidos por existir ya un grupo con ese nombre), nos sorprenderían en positivo durante los siguientes años.

FREE THE BEES

Año de publicación: 2004

Puntuación:

1) These Are The Ghosts; 2) Wash In The Rain; 3) No Atmosphere; 4) Horsemen;

5) Chicken Payback; 6) The Rus­sian; 7) I Love You; 8) The Start; 9) Hourglass;

10) Go Karts; 11) One Glass Of Water; 12) This Is The Land.

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Vista la buena acogida que había tenido el disco de debut y la consiguiente gira de presentación, el grupo, originalmente el dúo de Paul Butler y Aaron Fletcher, se amplió a una formación total de seis miembros, con todas las posibilidades que conllevaba esa disponibilidad de recursos para ampliar su capacidad musical. A ello se añade que pudieron fichar por una discográfica de ámbito mundial como Virgin, por lo que todo estaba a favor para que el talento de este dúo pudiera fluir cómodamente. Y no decepcionan.

 

El resultado no puede ser mejor representado que con la primera y espectacular canción. Y es que logran un efecto adictivo en la gloriosa ‘These Are The Ghosts’ repitiendo “I made myself, I made myself / These are the ghosts I made” que, junto al vendaval de sonido que van incrementando gradualmente, la convierten en una de sus composiciones más enérgicas y pegadizas, de las que pueden escucharse repetidamente sin que pierda su efecto. Lo más destacado de ‘Horsemen’, otro de los mejores temas, es sin duda su memorable estribillo, nuevamente modificando el ritmo y el sentido de la canción en lo que parece una de sus señas de identidad. El potente instrumental ‘The Russian’, dividido en dos secciones, también incide en ese aspecto, en este caso sazonado con una percusión más propia de los ritmos latinos pero aquí contrastada con un órgano que se mantiene agazapado hasta que resurge en primer plano. Su segunda sección es menos interesante al rebajar el tono, aunque el retorno con trompetas es realmente imponente.

 

La mezcla de estilos es también una de las señas de identidad de The Bees, sin que predomine ninguno en especial. Así, ‘No Atmosphere’ es una extravagante mezcla de rock, country y psicodelia que resulta entretenida por lo original y por sus enérgicos incisos instrumentales. El trepidante ritmo de ‘One Glass Of Water’ también esconde una amalgama musical difícil de descomponer. Mucho más fácil resulta discernir el vals como ritmo elegido en ‘The Start’ para conformar lo que es una amigable composición. Por otro lado, como posible homenaje a The Byrds puede tomarse ‘This Is The Land’.

 

Lo que se nota es que estos chicos lo pasan bien, de ahí que encontremos momentos distendidos como ‘Chicken Payback’, que es como hacer una canción de rock para tus hijas o hijos. Eso sí, las canciones de amor no son lo suyo, como denota la vulgar y algo empalagosa ‘I Love You’, que al menos deja el consuelo de que podría haber sido peor. El inicio de ‘Hourglass’ crea más expectativas de las que cumple en su desarrollo, pero aun así es un destacado tema. Y en apariencia, ‘Wash In The Rain’ es más convencional, pero luego llega su inesperado cambio de ritmo eventual al repetir el título y la impresión cambia, a lo que cabe añadir un incisivo solo de guitarra. También podría pasar inadvertida ‘Go Karts’, pero el estribillo instrumental es sensacional, de aires tétricos y un poderío sonoro que son una maravilla.

 

Nos queda de esa manera un recomendable álbum, muy equilibrado y consistente, que reflejaba una evolución positiva aunque hubieran perdido el impacto del factor sorpresa que tuvieron con su aparición en la escena musical. Como cualquier nueva banda del nuevo milenio (bueno, igual que en el anterior), quedaba por ver si la evolución seguiría en sentido ascendente o se estancaría. Por suerte, llegaría lo primero.

OCTOPUS

Año de publicación: 2007

Puntuación:

1) Who Cares What The Question Is?; 2) Love In The Harbour; 3) Left Foot Stepdown;

4) Got To Let Go; 5) Lis­te­n­ing Man; 6) Stand; 7) (This Is For The) Better Days;

8) The Ocularist; 9) Hot One!; 10) End Of The Street.

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Para su tercer álbum, el estilo desarrollado de absorción de todo tipo de ideas musicales (de las décadas de los sesenta y setenta, básicamente) estaba más que controlado y aquí llegan al máximo de lo que podían ofrecer. Siguiendo la evolución ascendente de los dos primeros álbumes, el presente es la conclusión lógica a la que debían llegar. Lo más característico en comparación con lo anterior es un contenido quizá más acústico, donde las trompetas cobran un protagonismo mayor de lo habitual en muchos temas, lo cual para un conjunto de rock supone un reto porque, de no emplearse con tino, las trompetas pueden vulgarizar el resultado final. Pero The Bees saben bien lo que quieren y cómo conseguirlo.

 

La diversidad de estilos empleada, incluso en una misma canción, es hasta mayor que en Free The Bees, un punto más a favor. Prácticamente todo tiene algo especial que lo eleva por encima del mero homenaje estilístico. Lo único convencional que encontraremos aquí es el funk de ‘(This Is For The) Better Days’, muy al estilo de Sly & The Family Stone. En forma de glorioso soul está planteada ‘Listening Man’, manteniendo un ritmo hipnótico perfectamente complementado por las trompetas y una parte vocal que parece extraída de la Motown de finales de los sesenta. Sigue también la estela marcada por ‘Punchbag’ en el disco de debut. El toque peculiar de ‘Stand’ está en que se trata de un tema en principio bailable, pero implementado en una tonalidad menor que elimina cualquier atisbo de jovialidad y transmite una sensación contradictoria. Más directa y alegre resulta ‘Hot One!’ en ese sentido. Más curiosa resulta la mezcla de guitarra acústica tipo western country con un sitar psicodélico que convierte a ‘The Ocularist’ en una singular e interesante pieza. Incluso a una canción más distendida como ‘Who Cares What The Question Is?’, donde en los finales de estrofa cantan “That's all you know” de una manera que invita a sonreír, le añaden una guitarra distorsionada que le proporciona ese toque diferente que The Bees saben añadir.

 

Por el comienzo de ‘Love In The Harbour’ parece que vayamos a escuchar ‘Matty Groves’ de Fairport Convention, pero luego se desarrolla como una pegadiza balada country rematada en un ágil estribillo donde la mezcla de géneros es tal que no merece la pena intentar clasificarla, sino dejarse llevar por su apacible cadencia vocal. Más sorprendente resulta ‘Left Foot Stepdown’ al presentar entre otros ingredientes una mezcla de ritmos latinos, unas trompetas que parecen extraídas de los músicos romanís de las películas costumbristas de Kusturica y, lo mejor de todo, el ultrapegadizo estribillo que invita a cantar: “When your feelings get put to the ground, you can do the left foot stepdown / Do yourself some right”. Tras esa invitación a cantar, mediante ‘Got To Let Go’ nos llega otra no menos efectiva para bailar gracias a su contagiosa melodía instrumental. Y bueno, para ritmos caribeños nos dejan al final la distendida ‘End Of The Street’.

 

Tras tan variadas descripciones de las canciones, algunas de ellas tan extravagantes como la propia música, queda bien claro que The Bees se habían colocado un tope difícil de superar salvo que la inspiración melódica les llevara a crear una verdadera obra maestra. Pero a tanto no llegaron. Queda, pues, este álbum como ejemplo de eclecticismo bien entendido en el siglo XXI, siglo en el cual la mezcla de estilos está a la orden del día. Como ocurre cuando una moda se generaliza, quienes saben sonar genuinos son aquell@s que luego serán recordad@s por algo más que apuntarse al carro de lo que estaba en boga. Y The Bees merecen ser recordados para la posteridad.

EVERY STEP'S A YES

Año de publicación: 2010

Puntuación:

1) I Really Need Love; 2) Winter Rose; 3) Silver Line; 4) No More Excuses;

5) Tired Of Loving; 6) Change Can Hap­pen; 7) Island Love Letter; 8) Skill Of The Man;

9) Pressure Makes Me Lazy; 10) Gaia.

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Por desgracia, asistimos aquí al final de esta banda y este álbum nos explica bien por qué. Sin mayor capacidad de progresión y con la musa de la inspiración ya exprimida, a ello se suma la pérdida de frescura respecto a lo que ya habían estado haciendo a lo largo de su discografía. Pero tampoco es para ponerse pesimistas, porque lo que no han perdido Butler, Fletcher y compañía es la habilidad para implementar las composiciones con gusto y buen resultado. Lo que sí se aprecia es un relajamiento en el tono general del álbum, como si se hubieran tomado un Valium a la hora de componer y les hubiera salido todo en plan acústico y apacible, más apropiado para escuchar a las cinco de la tarde en casa que en el festival de Benicàssim.

 

Por ejemplo, el pop acústico de ‘I Really Need Love’ suena agradable pero no es lo que esperamos de esta banda. Solo los incisos que encontramos entre tanto “I really need love” la salvan de la mediocridad más absoluta, destacando el fragmento instrumental que se escucha a partir de los 3:10 aproximadamente, un breve oasis progresivo que es todo un respiro. El ritmo de corte jazzístico de ‘Change Can Hap­pen’ es lo único que puede mantener el interés porque la parte vocal denota cansancio y falta de melodías. Esa vertiente más jazz la volvemos a encontrar en ‘Skill Of The Man’, cuyos intermedios instrumentales todavía demuestran el talento de esta banda. En cambio, ‘Winter Rose’ está perfectamente construida pero antes de los tres minutos ya ha dicho todo lo que tenía que decir y por ello se vuelve demasiado repetitiva.

 

La sencilla y preciosa balada country ‘Silver Line’ recupera las bellas armonías vocales de la banda, reminiscentes del estilo de los mejores Simon & Garfunkel. También aciertan cuando suenan evocadores y melódicos en ‘Island Love Letter’, la cual posee un inquietante apéndice de tono orquestal cuando aparentemente se había llegado al final. En baladas como ‘No More Excuses’ todavía recurren a la épica en el estribillo para alejarse de convencionalismos facilones. En sentido opuesto, ‘Tired Of Loving’ está más trabajada en las estrofas (gracias a su dinámico ritmo) que en el estribillo, además de añadir precisos detalles instrumentales como las capas de teclado y el solo de guitarra de la recta final. Lo único flojo de verdad que encontraremos en esta despedida es la letárgica ‘Pressure Makes Me Lazy’, fallido intento de recreación ambiental con percusión étnica y voces etéreas y algo atonales. La modorra que acaba provocando se zanja mediante su enlace con ‘Gaia’, que es como cerrar el círculo iniciado con la música más étnica y, en este caso, brasileira, que podía escucharse en Sushine Hit Me.

 

Acababa así la breve pero provechosa carrera de The Bees (o A Band Of Bees, como se les llama en Estados Unidos). Por desgracia, había de ser con el álbum más flojo de todos, aunque todavía se mantuviera algún destello de calidad. Pero era poco premio para lo que se debía esperar de ellos. Quizá por ello ya no volvieron a grabar ningún álbum más, al menos a fecha de enero de 2019, puesto que no hay nada más loable que reconocer el propio estancamiento y las propias limitaciones, para saber cuándo hay que detenerse y dedicarse a otros proyectos. Si esto lo hubieran hecho muchos otros grupos, nos habríamos ahorrado una buena cantidad de discos inútiles.

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