CLÁSICOS DEL ROCK 2
2022
ADRIAN BELEW
LONE RHINO
Año de publicación: 1982
Puntuación:
1) Big Electric Cat; 2) The Momur; 3) Stop It; 4) The Man In The Moon; 5) Naive Guitar;
6) Hot Sun; 7) The Lone Rhinoceros; 8) Swingline; 9) Adidas In Heat; 10) Animal Grace;
11) The Final Rhino.
2022
Después de haber tocado la guitarra con, entre otros, Frank Zappa, David Bowie, Talking Heads y King Crimson (con quienes casi acababa de grabar Beat), incluso cantando con estos últimos y teniendo un rol importante con todos los nombres citados, estaba claro que algo debía haber aprendido Adrian Belew. Aparte tendría sus propias ideas y suficiente emprendimiento para decidirse a debutar en solitario. En este debut se nos muestra así como compositor y multiinstrumentista (aunque algunos músicos más le acompañan), si bien su verdadera valía la demuestra con la guitarra, un instrumento del cual sigue extrayendo los sonidos más insospechados, tal como había hecho en los álbumes de los citados nombres ilustres con los cuales participó. Lo más curioso es que en este debut encontramos todas las vertientes de Belew, desde el experimental al melódico, del pop al rock y sus derivados. Porque normalmente los álbumes van por separado, es decir, que suelen ser más bien exclusivamente experimentales o exclusivamente comerciales (con excepciones, como es obvio), según lo que le pida el cuerpo.
La descarga eléctrica de ‘Big Electric Cat’ bajo una percusión entre étnica e industrial ya nos avisa de que estamos ante un artista que no se va a limitar a agradar al gran público, sino todo lo contrario. Este título, igual que el del álbum y el de otros temas, nos indica el gusto por los animales que ya nos había mostrado con King Crimson en ‘Elephant Talk’, aunque no se aprecia nada conceptual. ‘The Lone Rhinoceros’ es otro tema animalista cuyo estribillo es poco atractivo, pero por lo demás resulta interesante su desarrollo y destaca la parte de teclado aparte de los sonidos siempre curiosos que extrae de la guitarra. De hecho, al final podemos escucharla sonando como si fuera un rinoceronte, algo que solo Adrian podría conseguir. El mayor despliegue de recursos lo muestra en ‘Animal Grace’, pues aúna una parte vocal con gancho con una infinidad de sonidos extraídos de la guitarra, como si estuviera aprovechando todo lo que conoce hasta ese momento porque el entramado instrumental incluye una percusión entretenida y unos precisos adornos de teclado algo disonantes.
El pop lunático de ‘The Momur’ parece una amalgama del estilo de los Talking Heads con detalles propios de los King Crimson contemporáneos. Si seguimos con este tipo de ecuaciones, podríamos decir que ‘The Man In The Moon’ aúna el estilo de King Crimson con el del David Bowie de la trilogía berlinesa, más bien el de Lodger, aparte de que en el libreto del disco Adrian nos explica que la canción trata sobre la muerte de su padre. Hay hueco para que se relaje extrayendo sonidos placenteros con su guitarra en la pieza instrumental ‘Naive Guitar’ o en la final y más discreta ‘The Final Rhino’, pero mucho más discutible es que se dedique a juguetear con sonidos en la siguiente ‘Hot Sun’. Echa la mirada también al rock'n'roll clásico para ‘Swingline’, pero pasado todo por el matiz moderno y experimental que imprime a sus canciones, si bien no acaba de resultar muy sugerente, como tampoco su incursión en algo más bailable como ‘Adidas In Heat’, en la cual las trompetas y el saxofón campan a sus anchas.
El talento de Belew y la grandeza de los músicos con los que había colaborado hasta ese momento le permiten conseguir un grandioso tema de pop como ‘Stop It’, de deslumbrante comienzo y memorables melodías vocales que en los finales de estrofa cautivan por completo. Es una joya que no puede pasar desapercibida y que demuestra la capacidad que tenía Adrian Belew para llegar a más público del que su etiqueta de músico de culto le ha permitido, cuando se ha mostrado muchas veces como un artista accesible sin perder su carácter propio. Así pues, un recomendable debut al que únicamente le sobran los rinocerontes pintarrajeados a mano del interior.
TWANG BAR KING
Año de publicación: 1983
Puntuación:
1) I'm Down; 2) I Wonder; 3) Life Without A Cage; 4) Sexy Rhino; 5) Twang Bar King;
6) Another Time; 7) The Rail Song; 8) Paint The Road; 9) She Is Not Dead; 10) Fish Head; 11) The Ideal Woman; 12) Ballet For A Blue Whale.
A pesar de que nunca ha alcanzado fama y que ha estado en proyectos musicales bastante absorbentes como King Crimson, lo cierto es que Adrian Belew ha podido desarrollar una carrera en solitario (junto a otros proyectos adicionales) bastante prolífica. Antes de volver con Three Of A Perfect Pair de King Crimson, le dio tiempo a continuar con este nuevo álbum que prosigue la línea de su debut, incluidos los músicos participantes que son los mismos junto a algunos otros nuevos. Esa premura en continuar se traduce en una menor inspiración en las composiciones, aunque sigue ofreciendo detalles interesantes suficientes para que valga la pena echar un vistazo a este álbum.
Sorprende encontrar la versión de una canción de los Beatles tan mundana como ‘I'm Down’, que era un rock'n'roll al estilo clásico de sus primeros años donde McCartney intentaba emular a su héroe Little Richard. Aquí, como único aspecto reseñable, Adrian añade un inciso instrumental bastante marciano, pero en general esta canción no parece más que un capricho de este músico. Se nota que tiene ganas de epatar al oyente y por ello en general busca captar su atención. De ahí que encontremos algo animado y vistoso como ‘Life Without A Cage’, si bien se trata de una canción discreta. Lo más punk y desgañitado que podemos escuchar a Belew es en la escueta canción que da título al álbum, donde en minuto y medio deja por los suelos al movimiento punk que llevaba ya muerto unos años. Por otra parte, es curioso que resulten tan emocionantes tanto el riff de entrada como, sobre todo, la coda de ‘Another Time’ mientras el resto del contenido suene como un pop más convencional. En su coda se aúnan unos melódicos coros, un elegante teclado y la siempre sensacional guitarra eléctrica.
Su vena experimental le lleva a imitar los ruidos de un viaje en tren en la apropiadamente titulada ‘The Rail Song’, que luego deja paso a una canción pop de apartado vocal más solemne pero sin atractivo melódico, mientras la guitarra de Belew se muestra lunática en un segundo plano, pero acaba resultando algo monótona la canción en sí. De manera análoga, parece que esté imitando con su guitarra el sonido de la gaita en ‘Fish Head’, aunque conforme avanza la canción la impresión que transmite es la de estar reproducida la música en sentido inverso, incluida la extraña percusión entre étnica e industrial. Bueno, más bien étnica si nos fijamos también en la manera de cantar de Adrian. Más adelante se acuerda brevemente de sus animales favoritos en el tema con vocoder ‘Sexy Rhino’, un título que enlaza con su debut. El fallido instrumental ‘Paint The Road’ parece jugar con un ritmo que lucha con los instrumentos para que no acaben de encajar en el ritmo. Es un divertimento que acaba perdiendo su gracia en consiguientes escuchas porque presenta más experimentación conocida de Belew pero sin un resultado verdaderamente atractivo.
Poco llamativa y muy atascada empieza sonando ‘The Ideal Woman’, pero conforme avanza va cogiendo forma y se ha de esperar a su segunda mitad para que aflore de verdad el talento de Belew, sobre todo a partir de los tres minutos, que es cuando entra un excelente solo de saxofón mientras la voz expresiva de Adrian acaba acompañada de unos memorables coros. Todavía más atascado se presenta el ritmo principal de ‘Ballet For A Blue Whale’, en un estilo entre el funk y los King Crimson de la época (donde Belew era protagonista), finiquitado todo en un glorioso estribillo aderezado por la guitarra magistral y esquizoide que, incluso de manera desgañitada, es capaz de desgranar las melodías contenidas en la canción. Todo un ejercicio de destreza y técnica. La que se ubica entre King Crimson y Talking Heads, dos referencias obviamente ineludibles, es la vibrante ‘I Wonder’. En definitiva, nos encontramos ante una meritoria continuación del álbum de debut, todavía con suficientes ideas de interés para haber obtenido un reconocimiento mayor.
DESIRE CAUGHT BY THE TAIL
Año de publicación: 1986
Puntuación:
1) Tango Zebra; 2) Laughing Man; 3) The Gypsy Zurna; 4) Portrait Of Margaret;
5) Beach Creatures Dancing Like Cranes; 6) At The Seaside Café; 7) Guernica; 8) "Z".
En el año 1986, uno de los peor considerados para la música rock debido a los excesos de comercialización en los que cayeron gran cantidad de artistas y grupos que otrora habían adquirido una reputación, Adrian Belew tuvo la osadía de grabar una obra totalmente experimental. Él lo compuso todo y lo interpretó todo bajo una base de sintetizadores a la que se añade algo de percusión y su guitarra, esa particular guitarra eléctrica que suena casi a cualquier instrumento menos a lo que esperaríamos que sonara de verdad. Para los curiosos, el título del álbum proviene de una obra de teatro surrealista escrita por Picasso de la cual nunca se habla y por algo será. Incluso podemos encontrar en el álbum un ininteligible tema titulado ‘Guernica’ que queda todavía más abstracto que cualquier pintura del pintor malacitano.
Como si estuviéramos escuchando una pieza de música oriental o de Medio Oriente, ‘Tango Zebra’ nos muestra una retahíla de sintetizadores y una guitarra distorsionada imitando los instrumentos típicos de una banda hindú. Esto ya es algo distintivo de Adrian Belew, esto es, que consiga imitar cualquier sonido ajeno al instrumento que tenga entre manos. Llegando a los dos minutos encontramos un fragmento muy interesante al acelerar el ritmo e incluso añadir algunas melodías interesantes. Por desgracia, lo de encontrar momentos interesantes no será lo normal en este álbum. En la misma estela del tema que abre el álbum se puede decir que prosigue ‘The Gypsy Zurna’, de desenfrenado ritmo que nos hace sentirnos al mismo tiempo en un zoco de la antigua Bagdad que en un laboratorio de científicos locos.
En forma de estrambótico vals se desenvuelve ‘Laughing Man’, pero mucho peor es el exceso de sintetizadores tan bochornoso que encontramos en ‘Portrait Of Margaret’ y que no lo salva ni los devaneos experimentales de guitarra. Por suerte, algo de los King Crimson podemos discernir en el desarrollo rítmico de ‘At The Seaside Café’ o entre los diferentes elementos que componen ‘Beach Creatures Dancing Like Cranes’, esta última con la singularidad que hasta podemos discernir en ella una melodía bastante interesante. Por último, no sabemos si el título de ‘Z’ tendrá algo que ver con la premiada película de Costa-Gavras (sobre los mecanismos represivos del poder para crear una versión oficial de un asunto muy turbio), pero acaba dejando indiferente, tanto o más que este álbum en conjunto, dirigido exclusivamente a quienes profesen predilección por la música experimental. Se agradece que las composiciones tengan un sentido, pero será difícil que uno/a desee escucharlas repetidamente.
THE BEARS
Año de publicación: 1987
Puntuación:
1) None Of The Above; 2) Fear Is Never Boring; 3) Honey Bee; 4) Man Behind The Curtain; 5) Wavelength; 6) Trust; 7) Raining; 8) Superboy; 9) Meet Me In The Dark; 10) Figure It Out.
Para un músico como Adrian Belew, tan abierto a colaboraciones y participaciones de todo tipo, no era de extrañar que llegara un momento en que quisiera descansar del esfuerzo intelectual que requería King Crimson (quienes por entonces ya estaban disueltos de nuevo) e incluso su propia carrera en solitario, siempre proclive a buscar nuevas formas de expresión. La respuesta a todo eso fue la banda The Bears, un cuarteto de dos guitarras, bajo y batería donde él era (aparentemente) uno más, aunque Belew aparece como autor o coautor de casi todo el contenido, una proporción que no se mantendrá tan mayoritaria en el futuro pero que aquí permite introducir esta banda como un período a tener en cuenta respecto a su trayectoria artística. Adrian es también el productor, como no podía ser de otra manera, y así podía asegurarse de que la propuesta de power-pop que ofrecían tuviera la opción de salirse de los estándares comerciales.
Todo ello se aprecia desde el principio, pues ‘None Of The Above’ suena como si enlazaran el frenesí de Talking Heads con una parte vocal de los Genesis de mediados de los ochenta, aunque un argentino podría decir que The Bears están emulando a ‘Nos siguen pegando abajo (pecado mortal)’ de Charly García, debido a ese peculiar ritmo que aparece desde el principio. Pero lo que aprendió Adrian en los Talking Heads no cayó en saco roto y aquí encontramos otro notable ejemplo en ‘Meet Me In The Dark’. En general, lo que apreciamos en este disco es que la clave está en el nada trivial entramado instrumental, que es lo que aporta interés a las canciones, incluso a las aparentemente más discretas como ‘Man Behind The Curtain’ (donde la guitarra acaba sonando al revés, o eso parece) o ‘Trust’. Pero se nota que este grupo ejecuta pop de gusto exquisito porque se aprecia el trato privilegiado de la instrumentación y el cuidado de las voces, ejemplificado todo en la canción que cierra el álbum, ‘Figure It Out’.
Se desenvuelven bien en los tempos tranquilos, como demuestran en ‘Wavelength’, si bien en ‘Superboy’ acaban introduciendo un estribillo más enérgico y demasiado vulgar. En una de las pocas composiciones donde Adrian no participa, ‘Fear Is Never Boring’, le dejan introducir un extenso solo de guitarra con particular distorsión, así que satisfecho podía estar con sus compañeros. Aunque hay veces que una guitarra esquizoide como la de ‘Honey Bee’ o ‘Raining’ no es suficiente para que la canción resurja de su convencionalidad vocal. Se trata en definitiva de un álbum sin trascendencia que dejará satisfechos a los seguidores de Belew que no renieguen de su vertiente pop y transmitirá cierta gracia al resto porque sobrepasa los límites del vulgar pop comercial.
RISE AND SHINE
Año de publicación: 1988
Puntuación:
1) Aches And Pains; 2) Save Me; 3) Robobo's Beef; 4) Not Worlds Apart; 5) Nobody's Fool; 6) Highway 2; 7) Little Blue River; 8) Rabbit Manor; 9) Holy Mack; 10) Complicated Potatoes; 11) You Can Buy Friends; 12) Best Laid Plans; 13) Old Fat Cadillac; 14) Girl With Clouds.
¿La bandera de Japón en la portada? ¿Algún chiste sobre eso? O era simplemente que les gustaba la idea de colocar un círculo rojo para desviar la atención del contenido de un álbum que representaba la continuación exacta de lo que The Bears habían demostrado en su debut. Adrian se sentiría tan confiado con sus compañeros que en esta segunda entrega cedió terreno en el apartado compositivo y permitió una mayor aportación del resto de la banda, quienes no se alejan para nada del mismo espíritu integrador de power-pop y experimentación. De esta manera no hay sorpresas de ningún tipo, lo cual queda raro como aseveración tras lo escrito en la frase anterior.
Casi la primera mitad del álbum es algo decepcionante porque nos encontramos el pop típico de los ochenta, como ocurre ya en la primera canción ‘Aches And Pains’. ‘Robobo's Beef’ engancha desde el atrayente riff de guitarra inicial, si bien su desarrollo es más convencional hasta que llega el desquiciado solo de guitarra distorsionada, jalonada por sonidos de bombardeos, análogamente a ‘Not Worlds Apart’, la cual tiene un comienzo prometedor pero luego se acaba vulgarizando con su estribillo. tan distendidos como en ‘Nobody's Fool’ tampoco producen ningún interés, mientras que la breve ‘Highway 2’ parece una improvisación festera en el estudio. afortunadamente se alejan de ritmos triviales en ‘Save Me’ y también la sazonan con la guitarra particular de Adrian y unos interesantes juegos de voces en la segunda mitad. Afortunadamente encontraremos canciones más relajadas e implementadas con gusto como ‘Little Blue River’ o ‘Best Laid Plans’, esta última con algún momento de frenesí eléctrico.
Tan solo la guitarra libertaria de Belew consigue que ‘Rabbit Manor’ suscite algo de interés. Pero claro, está sonando exactamente igual a cuando realizaba sus improvisaciones con King Crimson, que es como decir que está haciendo más de lo mismo aunque sea en plan complejo. Al menos en ‘Old Fat Cadillac’ o ‘Girl With Clouds’ consigue concretar una melodía con un sonido muy particular, dejando otros momentos para un sonido más acogedor y formal, pues esa manera de aunar lo experimental y lo accesible es la clave para obtener una composición relevante. Donde logran un sensacional estribillo, el mejor de todo el álbum, es en ‘Holy Mack’, como también debemos destacar el notable entramado instrumental de ‘You Can Buy Friends’, la cual sin embargo adolece de un flojo estribillo cuando podría haber sido uno de las mejores canciones de esta banda. En realidad eso era lo que fallaba en este grupo, que no acababa de dar el salto cualitativo necesario y que al final, como banda en firme, su líder y único aliciente era Adrian Belew. Por tanto, el proyecto de The Bears quedará paralizado durante más de diez años porque ya habían dicho todo lo que tenían que decir y Belew proseguirá con sus buenas ideas (algunas) y una evolución ascendente.
2024
2024
2023
MR. MUSIC HEAD
Año de publicación: 1989
Puntuación:
1) Oh Daddy; 2) House Of Cards; 3) One Of Those Days; 4) Coconuts; 5) Bad Days;
6) Peaceable Kingdom; 7) Hot Zoo; 8) Motor Bungalow; 9) Bumpity Bump;
10) Bird In A Box; 11) 1967; 12) Cruelty To Animals.
2023
Tras la disolución de The Bears por falta de apoyo discográfico, Adrian Belew prosiguió su carrera en solitario y lo hizo de nuevo en modo low-cost, es decir, que hizo de multiinstrumentista y lo tocó prácticamente todo en Mr. Music Head. Es toda una suerte para él que encontrara el apoyo de una discográfica importante, probablemente por la buena imagen que tenía en el mundo de la música y todo lo que había ayudado siempre a otros colegas de profesión. En esta época, Belew había participado como vocalista (todo un orgullo para él que le llamaran para eso) y guitarrista en alguna canción de Earth Moving, el penoso álbum pop de Mike Oldfield. Pero bueno, eso era cosa de Olfield, porque Belew sí demuestra aquí que estaba en mejor forma artística y aúna música pop con experimentos varios.
La única canción que supera los cinco minutos de duración es ‘1967’, un año quizá especial para Belew pero tampoco puede deducirse nada de la letra porque no hace referencia a ningún suceso de aquel año. Es como una minisuite porque el mérito de la composición está en su estructura cambiante y que todo está implementado en modo acústico y con alguna que otra percusión sencilla y original, más el curioso órgano que aparece en el último tercio. El tratamiento del apartado vocal nos hace pensar también en la influencia de la ópera, como si hubiera querido realizar su propia miniópera acústica. Sin embargo, lo primero que nos encontraremos es la canción pop normalita ‘Oh Daddy’, que muestra su ilusión de cantar algo con su hija pequeña, especialmente cuando la canción está dedicada a ella. Precisamente parece que aprovecha algunas ideas de esa primera canción para la más atrevida y pegadiza ‘Coconuts’, de trepidante ritmo.
Teléfonos, pollos, bombas… menudo comienzo a base de sonidos grabados que tiene ‘House Of Cards’, cuyo ritmo frenético y voces dobladas recuerdan a los Talking Heads, pues Belew demuestra conocimiento para aunar ritmos complejos y melodías como buen aprendiz de los maestros con los que tocó. David Byrne ha sido con seguridad una figura esencial en el desarrollo musical de Adrian y quizá por ello encontramos aquí ejemplos de música étnica en ‘Peaceable Kingdom’, que era lo que Byrne gustaba de hacer por esa época, o también de manera más velada en ‘Bird In A Box’, si bien en esta última se ha de destacar en primer lugar la guitarra ultradesquiciada que va apareciendo por momentos. Elige una percusión más industrial para ‘Motor Bungalow’, pero los efectos introducidos ya no llaman la atención por repetirse y sus melodías son muy discretas.
En un estilo algo más boogie (por el piano) y relajado se desarrolla ‘One Of Those Days’, quedando así algo discreta. Encontraremos también más experimentación sin melodías atractivas en ‘Bumpity Bump’, pero sí acierta con un excepcional apartado vocal en ‘Bad Days’, donde parece conjuntar la imprevisibilidad de King Crimson con el gancho melódico de Paul McCartney en un estribillo extenso que no pierde fuerza por mucho que avance. Por otra parte, cuando leemos un título como ‘Hot Zoo’ en un artista como Adrian Belew, empezamos a visualizar su guitarra sonando como infinidad de animales. De hecho, eso es lo que escucharemos desde el inicio, pero afortunadamente no se trata de una sucesión de sonidos experimentales, sino que se desarrolla un intrigante ritmo aderezado de efectos. Más explícita resulta ‘Cruelty To Animals’, pues parece ideada como banda sonora para un documental sobre el maltrato animal y lo que escuchamos transmite esa misma idea, es decir, una tortura musical. Es la peor manera de finalizar un álbum que todavía no nos mostraba la mejor versión de este artista pero que mantenía un buen nivel a la espera de seguir vigilando su evolución.
YOUNG LIONS
Año de publicación: 1990
Puntuación:
1) Young Lions; 2) Pretty Pink Rose; 3) Heartbeat; 4) Looking For A U.F.O.;
5) I Am What I Am; 6) Not Alone Anymore; 7) Men In Helicopters; 8) Small World;
9) Phone Call From The Moon; 10) Gunman.
Llegamos aquí al mejor álbum de la carrera de Adrian Belew. Y es el mejor porque consigue el equilibrio perfecto entre melodía, experimentación y originalidad. Igual que en el álbum previo, prácticamente todos los instrumentos que escucharemos están tocados por él y además participa David Bowie como ilustre invitado de honor en un par de canciones. Por esta época Bowie estaba de gira mundial y Belew fue el guitarrista que le acompañó (King Crimson proseguían en su particular hibernación), así que la colaboración no representaría ningún problema. Y bueno, qué mejor ocasión para participar con Adrian Belew que en su mejor obra.
El comienzo del álbum es bien impactante mediante ‘Young Lions’ y su indescriptible y potente percusión que está ubicada entre lo industrial, lo étnico y lo marcial. Obviamente no está interpretado por Belew, sino que para la ocasión cuenta con un equipo de percusionistas para obtener el mejor resultado posible. Si no nos dejamos subyugar por ese vendaval de sonido, podremos apreciar un apartado vocal que poco a poco va tomando forma hasta llegar a un arrebatador estribillo que nos muestra la mejor cara de Adrian como compositor. A lo largo del álbum encontraremos una diversidad de sonido a la altura de los grandes nombres de la música, aunque no siempre lo enfoca para crear algo original, puesto que en ese caso ya estaríamos hablando de que Adrian Belew es uno de los grandes de la música rock, pero desafortunadamente no llega por poco a tal nivel. Por ejemplo, la sencillez y efectividad de las grandes canciones de pop de la Motown la retoma aquí mediante ‘Looking For A U.F.O.’, muy pegadiza desde el inicio, pero sin que Belew deje su impronta. En cambio, sí nos demuestra que puede sonar a él mismo y ser igualmente pegadizo y, aparte, emocionante y vibrante en la sensacional ‘Men In Helicopters’.
Roy Orbison había fallecido en diciembre de 1988 y quizá como homenaje Adrian interpreta aquí la balada ‘Not Alone Anymore’, canción de aquel pasatiempo llamado Traveling Wilburys, donde en este caso cantaba Orbison como voz principal dentro de un conjunto que incluía también a Bob Dylan, George Harrison, Jeff Lynne y Tom Petty. Por motivos diferentes recupera ‘Heartbeat’ de King Crimson para regrabarla, aunque en lo esencial es equivalente a esa versión original. Probablemente la letra tuviera un significado personal muy fuerte para Adrian (la letra es suya) y él añade algún pequeño inciso entre estribillos y estrofas (como por ejemplo los solemnes coros que aparecen pasados los dos minutos), aparte de aportar un emotivo y vibrante solo de guitarra que engrandece la ya excelente composición original.
Compuesta y cantada por Bowie, el ritmo dinámico de ‘Pretty Pink Rose’ sirve de base para que interactúe la voz de David con la desquiciada guitarra de Adrian, creando una excelente canción de rock que deja atrás cualquier composición del Bowie de finales de los ochenta y principios de los noventa, pues recordemos que por entonces este último había iniciado su etapa como integrante del aparente grupo Tin Machine. El vídeo musical de esta canción tiene su gracia, donde lo mejor es cuando Belew comienza a tocar la guitarra, al principio. Vuelve a repetirse la colaboración en ‘Gunman’, cuya composición está repartida entre Adrian (música) y David (letra), aunque aquí se olvidan de las melodías y se centran en crear una atmósfera intimidante, lograda con éxito, eso sí. La construcción de ‘Small World’ es también destacable aunque no enganche tanto en comparación con otras canciones del disco, a pesar de su notable comienzo.
Los sonidos telefónicos presentan adecuadamente ‘Phone Call From The Moon’, todo un remanso de paz con su nocturnidad que probablemente se introdujo para ese cometido, es decir, para que encontremos un remanso de tranquilidad antes de finalizar con el frenesí de ‘Gunman’. Por otra parte, debería haber dejado ‘I Am What I Am’ como un instrumental, pues de esa manera ya sonaba suficientemente vanguardista y nos hubiéramos ahorrado el haber de escuchar la voz cansina de un predicador evangelista. Pero bueno, son algunos pequeños errores que tampoco emborronan lo que supone un gran disco que vale la pena descubrir y disfrutar. Nunca volveremos a encontrar a un Belew tan acertado.